Las hermanas de la muerte

En 1999, el cuerpo del reconocido abogado Patricio Torres Reyes fue encontrado al interior de una oficina en pleno Santiago Centro, con 50 puñaladas y un golpe en su cabeza. Fue atacado por dos hermanas que ejercían la prostitución -una de las cuales visitaba con regularidad al jurista- y que cometieron el crimen con la idea de robarle la caja fuerte.

El período y la sensación ambiente eran parecidos a lo que vivimos por estos días. También el espacio físico, aunque probablemente todos coincidamos en que 19 años atrás se trataba de "otro Chile". A la espera de la última navidad del Milenio, mientras la gente sufría pensando que el cambio de folio les podría echar a perder "él" PC familiar, la tarde noche del viernes 17 de diciembre de 1999 dos hermanas asesinaron a un conocido abogado en pleno centro de Santiago.

Era, por cierto, un sector muy distinto al actual. Anterior al cambio urbano que aumentó la población residente en base a cientos de edificios. Por entonces, junto con la tarde caía radicalmente el número de personas que permanecía en los barrios de Santiago. Los mismos donde ahora viven miles en solo una cuadra.

Por eso, entre la oscuridad, las luces prendidas de una oficina destacaban de inmediato. Así fue como un trabajador que se quedó cerrando la semana, vio como en el exclusivo edificio del frente, en Moneda 975, dos jóvenes mujeres golpeaban con vehemencia a un hombre adulto al interior de uno de los despachos. Los tres estaban desnudos.

Entre preocupado y copuchento, el vecino salió de su pega, cruzó la céntrica pero delgada avenida y le contó lo sucedido al conserje del recinto, quien tomó con ligereza la información, pues en dicho estudio, el 1012, habitualmente se hacían carretes "privados" después del horario laboral.

El incendio

Al volver a su oficina, el mismo trabajador preocupado notó que desde el despacho de los piluchos ahora emanaba humo, por lo que insistió en su advertencia, logrando que los encargados de seguridad detectaran a tiempo un incendio que consumía el buró del connotado defensor Patricio Torres Reyes, quien figuraba en el suelo del lugar, muerto por alrededor de 50 puñaladas y un golpe contundente en la cabeza.

Al momento la investigación se convirtió en tema para la prensa, tanto por la historia del fallecido, que en su vida diaria tenía fama de conservador, como por el lugar, a pocas cuadras del palacio de Gobierno.

Por lo mismo, la policía tardó pocos días en identificar a las dos mujeres que habían visitado al letrado esa noche y que, tras consumar el crimen, habían provocado el incendio para ocultar sus huellas. Se trataba de una avezada prostituta de 22 años y su hermana menor, quien no ejercía el oficio y por primera vez iba a un "domicilio".

Esa, al menos, fue la teoría de un proceso que terminó con una de las acusadas jurando inocencia. Es que apenas ocurrió el asesinato, Beatriz Imil -quien habitualmente le prestaba servicios a Torres y hace tiempo tenía la idea de robarle, pues su confiado cliente siempre manejaba la caja fuerte abierta- agarró un bolso con ropa y se fue de la casa, dejando a su hija al cuidado de sus padres y Marcela Imil, su hermana menor, quien sin saberlo ya figuraba como sospechosa tras ser reconocida por los guardias del edificio.

Inocente

En tal escenario, fue fácil la captura de Marcela, quien hasta hoy jura inocencia y asegura que su hermana habría realizado el robo con una de sus compañeras habituales. De hecho, y como era lógico, ese también fue el relato de Beatriz, quien luego de dos años prófuga se entregó a la policía, tras ver que su regalona sería condenada a cadena perpetua por el crimen.

Ante la justicia, la mujer admitió el asesinato y aunque intentó exculpar a Marcela, cargándole el delito a una "amiga" sin rostro ni identidad, ambas fueron encarceladas.

Tras un largo proceso -que se abrió y cerró en varias ocasiones con veredictos- el 2006, la Justicia concluyó que no hubo premeditación en el asesinato (pese a que era parte del plan inicial que la prostituta le comentó a su "piolas" amigas), condenando a Beatriz Imil a cadena perpetua y a su hermana Marcela a una pena de 15 años, que este año habría cumplido.

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