Mientras un candidato propone armar a la población y flexibilizar la legítima defensa para enfrentar la delincuencia desbordada en el país, otro rechaza tal planteamiento por considerar que provocaría un "baño de sangre".
En medio de una grave crisis política, económica y social, más de 147 millones de brasileños están llamados a sufragar mañana domingo en las elecciones presidenciales.
Serán los comicios "más impredecibles" desde que se instauró la democracia en esa nación; la sombra militar de la dictadura sigue ganando protagonismo.
La polarización entre los aspirantes al Palacio del Planalto, Jair Bolsonaro (ultraderecha) y Fernando Haddad (centroizquierda) resulta evidente.
¿Quiénes son? Jair Bolsonaro (63 años) lidera las encuestas más recientes (35%) con más de 13 puntos sobre el heredero de Luiz Inácio Lula da Silva, Fernando Haddad. Es miembro del Partido Social Liberal (PSL), de ultraderecha, diputado desde hace siete períodos, militar retirado y se le conoce como la versión carioca de Donald Trump.
El pasado mes de agosto, en un acto político, recibió una puñalada en el abdomen que lo mantuvo hospitalizado durante tres semanas, obligándolo a hacer campaña por las redes sociales, lo que fue clave para su posicionamiento y su rápido crecimiento en la intención de voto que registran las encuestas.
Sus comentarios misóginos y racistas, llevaron a que cientos de mujeres salieran a las calles bajo la consigna de "#ElNo". Su afinidad con la dictadura militar llega al punto de asegurar que en ese período se debieron matar a 30 mil personas más o que los policías que matan a delincuentes con "diez o treinta disparos cada uno", deben ser condecorados.
Su oferta electoral se enmarca en la privatización de propiedades estatales que generen pérdidas, la fusión de ministerios, flexibilizar el porte de armas y la legítima defensa, crear un sistema paralelo de jubilación, luchar contra la corrupción, aumentar la inversión tecnológica en materia de seguridad y bajar la edad penal a 16 años.
Su rival es el izquierdista Fernando Haddad (55 años), militante del Partido de los Trabajadores (PT) y quien recién entró en campaña el 6 de septiembre, en sustitución del expresidente Lula da Silva, inhabilitado por una condena a 12 años de cárcel por corrupción.
Fue alcalde de Sao Paulo, ministro de Educación durante los gobiernos de Lula y Dilma Rousseff, abogado, economista y doctor en filosofía. Su apellido de origen libanés es un poco difícil de pronunciar para los más pobres, quienes lo llaman "Andrade".
Plantea revocar medidas adoptadas por el presidente Michel Temer en materia de gasto público y legislación laboral, congelar las privatizaciones, sanear cuentas del sistema de jubilaciones, analizar la despenalización y regulación del comercio de estupefacientes, atacar la corrupción y mejorar la política de control de armas.
Esta campaña ha tenido todos los ingredientes, incluido el "retiro espiritual" de uno de los 13 candidatos a la presidencia, Cabo Daciolo. Hace un mes anunció que su nueva estrategia de campaña sería irse a una montaña por 21 días para hacer ayuno y rezar. Asimismo, este año, más que nunca, los seudónimos con los que se registraron algunos de lo más de 27 mil aspirantes a gobernadores, senadores y diputados al Congreso y legisladores regionales, corresponden a superhéroes. La ley electoral de Brasil permite colocar en la papeleta de votación el nombre que más le guste al candidato, así el Hombre araña, Superman, Iron man hace nata. El discurso es el mismo, todos prometen acabar con la corrupción.