Cuando me dijeron que en mi reporteo me toparía con narigones de ojos caídos, ingenuamente pensé que se trataba de hinchas que llegaron tarde a la repartición de belleza. Sí, una mente inmaculada, pero después de ver a las "viudas del Mundial", como que la "i" empezó a colarse.
Fue rudo, muy rudo. Primero, porque no comparto el rechazo femenino a las pelotas. Mmm, mejor buscar un sinónimo: rechazo a la de "32 cascos". Y eso tampoco se entiende, pues a las chiquillas les nombran el "casco de bombero" y todas se derriten. Como sea, acepté el desafío y partí al Club Burbujas pa' cachar in situ cómo se entretienen las mujeres mientras los machos sólo expelen olor a camarín.
Todo bien, cotillón mundialero por aquí, caipiriñas en las mesas, Ricky Martin sonando de fondo con su naftalínica "Copa de la Vida", Adela Calderón cubierta por una bandera de Chile y cerca de 200 evas chillando. "Muchos de sus maridos están en Brasil", explicó la anfitriona.
Y el show comenzó. Y poco a poco empecé a acordarme de Julito Martínez, de las habas del almuerzo, de mis dedos sin uñas... Es que desde chiquitita tengo esa mala costumbre. Era un mecánico. Uno que no tenía grasa, pero sí la tremenda caja de cambios. Era impresionante. ¡Cómo hará pipí en las mañanas el pobre hombre!
Hermanas de Pinilla
"¡Estái más rico que Alexis!", gritó una culisuelta. Y como "lo que pasa en Burbujas se queda en Burbujas", y en el diario pop, la progesterona llevó a las "viudas" a pedir el empelotamiento. Yo trataba de mirar al tipo del ombligo p'arriba, pero cuando quedó en colaless, perdí la batalla. Ahí me dieron ganas de llevarle mi Suzuki Swift.
Niditos de amor tiraron las sábanas por la ventana con promociones
En ese momento entendí por qué las cabras les dejan el control remoto a los maridos o pololos durante un mes. Es que entre analizar el arbitraje del nipón que favoreció a Brasil y la estatura de la defensa de la Roja frente a los holandeses, mejor ver los otros centímetros en vivo y en directo, esos que van pa' delante. Y si después hay que recoger el jabón en la ducha, mejor.
"La otra vez vinieron las hermanas de Pinilla", agregó Adela, mientras unas pérfidas toqueteaban a un inocente mozo que ni siquiera tocó propina. A esa altura, en el escenario, el show estaba acabando, en el excitante sentido de la palabra. Y en las mesas también. El mecánico quedó con la dirección asistida en la mano, la que igual se asomó, y su prenda íntima en el suelo. Aplausos y al camarín, pa' dar paso a un guachito rico que me recordó a Johnny Herrera. Con el clon del "Kun" Agüero me habría chasconeado altiro.