Elizabeth, de una belleza enigmática, habría persuadido al joven estudiante para cometer una locura. Sin embargo, tras el quiebre definitivo, las versiones cambiaron radicalmente.
Para Jens Soering (57), el 17 de diciembre de 2019 será recordado como uno de los mejores días de su vida. Luego de 33 años en prisión, el alemán e hijo de un diplomático que trabajó en Estados Unidos, al fin pudo regresar a su país de origen... ¡y completamente libre!
Sin embargo, en Gringolandia le cerraron las puertas para siempre.
Si bien en Alemania es tratado como una celebridad (participa de programas televisivos y firma los libros que le compran sus seguidores), la historia de este hombre sigue siendo un misterio. Para muchos, quien fuera considerado un joven “superdotado”, es en realidad un peligroso criminal que, hasta el día de su liberación, cumplía cadena perpetua por el macabro homicidio de los padres de su polola, Elizabeth Haysom.
El crimen de Derek y Nancy Haysom
“Hasta que el asesinato nos separe: Soering vs. Haysom”, se titula la reciente (y adictiva) serie documental de Netflix que repasa el caso que, durante años, remeció a Estados Unidos.
El sábado 30 de marzo de 1985, Derek y Nancy Haysom (padres de Elizabeth) fueron brutalmente asesinados.
Sin espacio a limitaciones, la producción de la plataforma de streaming revela imágenes nunca antes vistas de la escena del crimen. Al interior de la casa donde vivían junto a su hija, ambos adultos mayores fueron acuchillados y degollados luego de compartir una cena.
Se habló sobre el ataque de un grupo satánico y el terror se apoderó del pequeño poblado de Bedford, ubicado en el estado de Virginia.
Investigación y fuga
Una vez realizados los funerales, la policía se enfocó en iniciar las entrevistas e indagatorias que permitiesen dar con el o los responsables. Entre los testimonios requeridos estaba el de la hija, quien justo ese fin de semana había viajado a Washington D.C. junto a su pareja.
En su relato, la joven estudiante de la Universidad de Virginia, de entonces 21 años, explicó que alquilaron un auto y se dirigieron a la gran ciudad. Además, afirmó haber estado largas horas en el cine durante la noche del asesinato. Así las cosas, se descartaba cualquier participación.
Sin embargo, las sospechas comenzaron a acrecentarse luego que los enamorados abandonaran el país a las pocas semanas. Por si fuera poco, la policía encontró una inconsistencia en el relato de ambos: el kilometraje recorrido por el vehículo arrendado era muy superior a la distancia entre Virginia y la capital norteamericana (considerando el viaje de ida y vuelta). ¿Qué hicieron durante ese fin de semana? ¿Por qué le habrían de mentir a la policía?
Detención y juicios
Después de huir del país y adoptar varias identidades falsas, Jens y Elizabeth fueron arrestados en Inglaterra. Soering confesó los asesinatos ante la policía y dijo haber actuado solo, pero cuando el caso llegó a juicio, se los atribuyó a Elizabeth y ella a él.
Aunque fue declarado culpable de ambos homicidios y sentenciado a dos cadenas perpetuas, desde entonces mantuvo su inocencia y presentó múltiples apelaciones de libertad condicional.
Por su parte, Elizabeth fue acusada de cómplice. Sin embargo, cuando Soering se retractó de su confesión en el estrado, el juicio dio un vuelco en su contra y se le condenó a 90 años de cárcel.
Cartas y confesiones
Entre las principales pruebas en contra de la joven figuraron sus múltiples cartas de amor y odio. En vacaciones, cuando ambos estudiantes se separaban, las misivas daban cuenta de toda la pasión e inteligencia que caracterizaba a la pareja.
Para Soering, Elizabeth fue su primera polola. Ella, sin embargo, ya contaba con larga experiencia en el plano afectivo y sexual. De hecho, reconocía su interés por manipular a los hombres, basada en la repulsión que le generaban ciertas situaciones.
“Siempre había creído que hacía que los hombres se enamoraran de mí para poder jugar con ellos a nivel físico y emocional y expresar todo el odio que sentía por ellos al humillarlos. Despreciaba su lujuria barata y pasiones fáciles. Y al final, hacía que se odiaran a sí mismos por amarme. Hacía que un hombre se humillara para poder obtenerme y luego le daba el mejor sexo que podría conseguir y luego me largaba”, escribió en una ocasión.
Sin embargo, a Jens dijo amarlo y hasta le confesó sus más oscuros secretos, como el abuso sexual que sufría por parte de su madre, a quien incluso quería ver muerta (y también a su padre, quizás por su silencio).
“¿Sería posible hipnotizar a mis padres? ¿Hacerles vudú? ¿Los mataría eso? Parece que estar tan concentrada en su muerte les está causando problemas. Mi padre casi se cae por un barranco con el coche después de comer y luego casi lo aplasta un árbol al llegar a casa. Mi madre (borracha) se ha caído al fuego. Creo seriamente que debería probar la magia negra... Podemos esperar a graduarnos para no volver a verlos o deshacernos de ellos pronto”, le escribía la joven a su enamorado, en una de las tantas cartas que conservaron por años.
Y Jens no se quedaba atrás. “Tengo el ‘arma’ definitiva para cuando conozca a tus padres. Están sucediendo cosas extrañas en mí. Creo que podría hacerles perder el juicio por completo, que les diera un ataque al corazón o incluso que empezaran a amar el resto del mundo”, escribió el alemán, en diciembre de 1984.
Libres
Pese a su confesión, Jens explicó más tarde que todo lo que dijo fue “por amor”. Al ser hijo de un diplomático y no tener antecedentes policiales, creyó que sería expulsado del país y cumpliría una breve condena en Alemania.
No obstante, tras advertir que nada lo salvaría de la pena de muerte, habría decidido responsabilizar a Elizabeth, tal como ella lo había hecho con anterioridad.
Lo cierto es que, tras una larga “lucha” por conseguir su libertad (que incluyó cartas y entrevistas), las autoridades alemanas intercedieron a su favor y lo sacaron de prisión. Para no despertar mayor controversia, la justicia gringa decidió que la mujer condenada también recobraría su libertad, pero debía volver a su Canadá natal (y nunca regresar).
Y aunque ambos contaban con pruebas para corroborar sus hipótesis, también había antecedentes suficientes para responsabilizarlos del homicidio. Hasta hoy, la verdad del crimen sólo la conocen los ex enamorados.
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