Ya empezaron los días fríos y seguramente los que se quejaron por el calor, lo harán ahora por el descenso de las temperaturas. Así somos y espero que podamos aprovechar las oportunidades que este ciclo nos invita a vivir. El otoño, estación que se hace cada vez más corta por el cambio climático, nos plantea una opción, donde estamos invitados a eliminar todo lo que está malo y se muere dentro de nosotros. Es una invitación a quedar desnudos del alma para observar ese silencio del cual hablamos la semana pasada. Es un repliegue hacia adentro. Es una preparación para el invierno, donde el repliegue será absoluto y la invitación ahí será a preguntarse dentro del mundo interior qué cambios hay que hacer para prepararse para el renacimiento de la primavera.
El frío invita a quedarse en casa, pero no sólo la física, sino que también la interna, esa que nos invita a hacernos preguntas y probablemente a tomar decisiones que nos lleven a lugares de plenitud y a sacar nuestra mejor versión.
Si hay algo que me impresiona es la tremenda capacidad que tenemos para acostumbrarnos a estar mal, a vivir con la panza apretada, con la garganta hecha nudo, con la respiración cortita y tantos otros estados que son el reflejo corporal de situaciones emocionales que no hemos sabido enfrentar. Esto se debe a la preparación que tenemos desde pequeños para enfrentar el dolor y no para estar en plenitud.
Los invito a este otoño a mirarnos adentro, a eliminar como los árboles las "hojas" muertas y a empezar a preguntarnos qué nos falta para entender que vinimos a este mundo a tener paz y armonía en nuestras vidas.