Los asesinatos a sangre fría de Nolli

Dos cargadores completos ocupó Ítalo Nolli para acribillar a los dos funcionarios de la PDI que en la mañana del 23 de marzo intentaron controlarlo en el barrio industrial de San Bernardo.

Nolli y su pareja vigilaban una entrega de cobre robado cuando los detectives les pidieron sus documentos.

Apenas le informaron que era buscado por ley de armas, Nolli abrió fuego y no tuvo piedad con los oficiales de la PDI.

Al subcomisario Marcelo Morales le disparó 17 balazos y a la inspector Karim Gallardo la asesinó de 14 tiros por la espalda.

Testigos directos de la masacre fueron la pareja de Nolli, Mercedes Vallades, y el chofer y el peoneta del camión con cobre: Raúl Campos y su hijo, Ulises.

Todos están presos a la espera de ser llevados a juicio por los homicidios: la mujer como encubridora y los hombres como autores porque, según el Ministerio Público, también habrían disparado.

Después de asesinar a los detectives, Nolli escapó a su departamento de avenida Balmaceda, donde dejó a su mujer y se aperó de agua y remedios para seguir solo la huida.

Por culpa de los tacos Nolli quedó atrapado en Cienfuegos con Agustinas, donde fue abatido por la policía civil.

La inspector Karim Gallardo se convirtió en la primera mártir de la PDI en sus 78 años de historia. La oficial tenía 27 años y era soltera.

A días de ocurrido el hecho, La Cuarta publicó una nota sobre la millonaria y siniestra estafa que Ítalo Nolli maquinó en 1986.

Se trató del falso funeral de su esposa que el empresario de la chatarra urdió para cobrar un seguro millonario.

Tras mandar a su mujer de vacaciones, Nolli contrató un seguro de vida y luego se encargó de comprar un ataúd que llenó con palos y un perro.

Para evitarse velorios y preguntas, Nolli selló el cajón con la chiva de que la mujer había muerto de sida y lo envió al crematorio del Cementerio General.

El plan fue descubierto por los trabajadores de los hornos y también por la supuesta fallecida, que vio su nombre en el obituario de un diario.

La policía allanó la casa de Nolli y encontró un arsenal, incluidas granadas y una mira para tanques.

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