Alexis Troncoso y Andrea Chellew dejaron todo hace más de 30 años para fundar una aldea en pleno desierto. Allí tuvieron, criaron y educaron a sus cuatro hijos.
"Vivir en pleno desierto no significa que no trabajemos arduamente...". Se corta la llamada. Intento en vano varias veces comunicarme con Andrea Chellew. Veinte minutos más tarde recibo un WhatsApp desde el teléfono de Alaya, su hija menor: "Dice mi mamá que la disculpe. Se escuchaba muy mal y justo llegó el camión de agua que nos vienen a dejar desde Putre. Mañana, si el tiempo lo permite, nos volvemos a comunicar".
Alaya no exagera. Está a 3.200 metros de altitud, a 88 kilómetros al noreste de Arica, y las intensas lluvias que han afectado la zona los tienen prácticamente aislados. Incluso, un rayo maletero cayó justo sobre la única casa del pueblo de Mallku y destruyó parte de los paneles solares que les proveen de energía.
Sí, la única casa de Mallku (espíritu de las montañas). Leyó bien. La aldea que está literalmente en medio del desierto fue fundada hace 35 años por la pareja compuesta por Andrea y Alexis Troncoso. Y hasta hoy, junto a sus cuatro hijos, han sido los únicos habitantes.
Origen de Mallku
Alexis es oriundo de la comuna de San Carlos. Viajó por el mundo y estudió escenografía en Milán. Volvió a Chile, se casó y se separó. A mediados de la década de los ochenta, estando en Arica, abandonó el ruido, las pegas estables, la contaminación y las deudas, y decidió hacer patria en el desierto. Ya tenía claro el lugar.
Pero no se fue solo. Andrea, quien proviene de una acomodada familia, estaba en sus últimos años de Medicina cuando partió con su esposo, al que había conocido en Arica, al lugar donde fundarían el mini pueblo.
Partieron con cuatro palos, una especie de iglú y un molino de viento que ahora está botado. Tenían sólo dos ampolletas y "con esos nos creíamos una maravilla", contó Alexis.
La pareja no decayó, pese a las dificultades. No tenían agua potable ni una tele para divertirse. Solo con la compañía de un conmovedor silencio comenzaron a surgir. Armaron un invernadero para la alimentación autosustentable y comenzaron a trabajar guiando a los turistas o profesionales que llegan a la zona. Y ahora son dueños del Café de Altura Mallku.
Y también tuvieron cuatro hijos: Mallku Tawapaca Wiracocha (27), Cristaria (24), Kael (21) y Alaya Padmarani (18). Todos nacieron, crecieron y estudiaron en el pueblo. Se formaron lejos de vecinos, explorando el desierto y aprendiendo de sus padres y de arqueólogos que llegaban a la zona.
Todos dieron exámenes libres y terminaron la "enseñanza formal". Y los cuatro están orgullosos y defienden la crianza que les dieron sus padres. "Tenía la libertad para hacer lo que quisiera y lo que se me ocurriera. Me encantó vivir así", recuerda Cristaria, madre de un pequeño de 3 años, quien piensa retomarar sus estudios de turismo.
El primogénito
Mallku, el primogénito, estudió la misma carrera en Arica. Trabajó en la Conaf y ahora es dueño de "Mallku Expedition". Recuerda que su crianza fue "bonita, muy bonita. Vivir en el desierto es una oportunidad: uno explora, aprende observando. No se pierde la capacidad de sorpresa.. Cuando llegué a la universidad pensé que estaría en desventaja por no haber pasado por colegios, pero fue todo lo contrario", aseguró.
Y acabó con una reflexión: "No le temo a la soledad ni al silencio. Eso no lo pueden decir todos. Mucha gente está en la ciudad, rodeada de gente, y se siente muy sola".