Marcelo Ríos es cara de nalga, pero no cualquiera, sino como la de la Jhendelyn. Y aunque corre el riesgo de que Jarita se tiente ante tal característica, el hecho de no tener nacionalidad uruguaya lo pone a salvo. Aunque para ser francos, igual no estaría ni ahí. Por algo sería capaz de darle el dato del dentista de "Visogol" a Luisito Suárez o se haría socio de "Defensa y Justicia" pa' puro sufrir con Beccacece.
Sí, es polémico, atrevido, pero también es humano. Y canchero, con y sin "n". Así al menos lo demostró en el programa "El Cubo", de Chilevisión, que esta noche tendrá su gran estreno, a las 22.30 horas. Ahí el ex número uno del mundo se sinceró frente a cuatro pantallas gigantes y una curiosísima voz en off. Y su destape fue total. Si no lo cree, cache sus mejores frases en el diario pop, que tuvo acceso exclusivo al programa.
"Para entrar en confianza, ¿cómo te llamái tú", le preguntó el Chino a Diana Massis, su interlocutora, para luego recibir el saludo de su hija Constanza, fruto de la relación con Giuliana Sotela. "Se ha vuelto una hija-amiga, me gusta verla y estar con ella, pero me cargan los jotes. Es demasiado mujer para su edad, andan los viejos verdes de 40 o 50 dando vueltas. En Bahamas se le acercaban y la querían invitar un copete. Tenía que llegar yo y decirles que sólo tiene 15 años", explicó el zurdo.
¿Preparado para convertirse en suegro? "No soy celoso, es parte de la vida que tenga un pololo, que lo pase bien. Mientras esté enamorada de alguien cercano a su edad, que la quiera y cuide, no me aproblema que tenga relaciones sexuales. Es importante que la primera vez sea algo bonito. ¿Si quiero que me cuente con detalles? Me gustaría que me tenga confianza. Hemos hablado de pastillas y condones, ella la tiene clara", agregó.
¿Ve? Más maduro que el presi de Venezuela, algo completamente distinto a su época de tenista profesional. "En un momento hasta yo me caía mal", contó, para luego recordar un episodio curioso con el periodista Nelson Flores, autor del libro "El extraño de pelo largo". Por si no cacha, el reportero dice que una vez el ídolo se metió en su compu y cambió la palabra "pelo" por el cuatro letras.
PRIVILEGIADO
"Yo creo que Nelson llegó tan curado a la pieza que leyó algo que no era. Se pasó un rollo, de que tenía el 'pico' largo. Pero es verdad, es verdad... es así", indicó el Chino, jurando que su "ídem" tuerto es privilegiado. Por eso, Diana Massis agarró papa y se dio el siguiente diálogo, no apto para mangueras cortas:
-A ver, ¿pero de cuántos centímetros hablamos?
-Mmm, 21 la última vez.
-Me dio un poco de plancha...
-¿Por qué? ¿Está bien 21? ¿Cuánto es una medida normal para ti?
-¿14?
-¡Pero esa hueá es chica!
-Entonces 20...
-¿Normal 20?
-No sé. Es que no ando con una regla en la mano...
-No hay que tener regla, hay que tener ojos...
Punto, set, partido, Masters Serie y Grand Slam para Marcelo Ríos. Y de yapa, un "Copihue de Oro", ¿ve que su reputación son las primeras letras de ese premio? Y si bien no tendrá un narigón de ojos caídos como el del negrito del "wazap", igual le pone empeño. Por algo ya tiene seis hijos, pueh. Más respeto con la guarifaifa del Chino, que es pura calidad.
TRAVESURAS
La cuestión es que así como repasó esa "travesura" de juventud, el crack también abordó el capítulo más "uretrado" de su carrera: la meada a un tipo en La Serena. "Sale detallado en el último capitulo del libro, tienen que comprarlo. Sólo diré que estaba tan curado que no me acuerdo. Lo que sí sé es que es un tarado el que habló. En vez de ir donde estaba yo y decirme 'oye hueón, me measte, qué te pasa', llamó a los periodistas para acusarme en una conferencia con vista al mar", se quejó Ríos.
¿Si le hubiese pasado a él, no se habría enojado? "No poh, si el tipo está curado y me mea, qué voy a hacer. No lo acusaría, hay que ser tontito. Una meá no le hace mal a nadie, poh. Y tampoco le meé la cara. Supongo que fue el pantalón, no sé, si estaba curao. Lo haría cien veces más, pero en la cara", confesó.
¡Uf! Así es el Chino, cuya última anécdota se dio al quedar en pana en Manquehue. "Me atravesé en la calle, me empezaron a putear, que corriera la mandarina", indicó, por su lujoso McLaren 570s de color naranjo. A raíz de eso surgió el comercial de Uber y su frase "nada, cero, pato", que se popularizó casi tanto como el "no estoy ni ahí". Claro que ahora lo que sí le importa es la familia y que la gente lo conozca, así, auténtico y bueno para las xuxadas.