Francisco Bozán se convirtió en sensación tras fracasar como futbolista y convertirse en un técnico revolucionario a su corta edad.
El apodo lo popularizó el aún patrón de la ANFP: Arturo Salah.
Pero la verdad es que nació entre los que ven el fútbol de manera ortodoxa. Esos que aún creen que para triunfar en el planeta pelotero, antes deben hacerlo dentro de una cancha.
Por eso, a Francisco Bozán lo llamaron el "marciano". Porque fracasó como jugador y debía seguir el mismo camino como técnico. Sin embargo, el nacido en Santiago el 21 de octubre de 1986 era porfiado. Y tras graduarse con el más alto promedio en la historia del INAF, 6,7, se convirtió en el entrenador más joven de la Primera División, cuando se hizo cargo de Barnechea el 2014.
Allí destacó de inmediato, pero la falta de un logro deportivo opacó su metodología. Esa que aprendió en una especialización en el extranjero y donde compartió con grandes como Antonio Conte, Diego Simeone, Vicente del Bosque y Manuel Pellegrini.
Más estudios. Lejos de amilanarse, el capitalino tomó su nave espacial para viajar por el mundo de la sicología y los medios de comunicación. "Comprendí que, para sacar el rendimiento de las personas, debes conocerlas desde lo individual y que esas personas estén bien desde lo sicológico", confesó cuando en La Tercera le preguntaron porque estudió la ciencia de Sigmund Freud y agregó que la prensa es el "sexto aspecto más importante del fútbol".
Fue así como asumió la banca de Universidad de Concepción en el 2016. El "Campanil" se transformó en su estación espacial y mandó su mensaje a través de las redes sociales.
Sí, Bozán entendió que si sus dirigidos ocupaban gran parte de su tiempo mirando sus celulares, había que mandarles allí las instrucciones y los videos de los rivales.
Muy pronto los convenció que había que invadir nuevos territorios y en una campaña destacada clasificó a los sureños a la fase previa de Copa Libertadores.
Perdió. Y la eliminación provocó que muchos se acordaran de su apodo y casi lo desterraron. Y debió cambiar el discurso. Volver a reinventarse. Y ganó un partido tras otro este año y llamó la atención del mundo con un fútbol revolucionario y La Gazzetta lo bautizó como "el Pep Guardiola chileno".
Era fácil marearse. Para cualquiera, menos para Francisco.
Siguió trabajando, como el "obsesivo" que reconoce que es. Y este año, los universitarios entraron a la fase de grupos de la "Li" y varios sus clubes, entre ellos Colo Colo y Universidad Católica, se interesaron por su pase.
Los próximos días serán claves para saber donde aterriza con su platillo y siga iluminando con su talento a todos los terrestres.