Aunque usted no lo crea, la definición de "huevo" fue uno de los primeros términos que introdujo a su enciclopedia galáctica Jimmy Wales, gurú y fundador de Wikipedia.
Wales tuvo que aterrizar el término inglés egg al idioma español y le explicó a los anglosajones que había que pronunciarlo así: webo o en su defecto gwebo. De allí surgen "huevón" o "weón", aportes chilenos al enriquecimiento del idioma.
La raíz del término gira alrededor de la idea de que como las huevas, cocos, pelotas, gónadas o criadillas colgantes le pesan demasiado a quienes las tienen sobredimensionadas en tamaño, o eficacia criaturera, estos seres, los llamados "weones", tienden a reaccionar muy lento, muy tarde, son lentejas para cachar que los están agarrando pa'l webeo, para esquivar el flechazo que le manda el indio o evitar que les caiga un piano en la cabezota.
El resultado de esta malformación, incurable, generalmente se denomina "huevada". En materia laboral una huevada califica para el despido sin indemnización; en el amor, para recibir la PLR, y en política, para ser candidato único sin primarias o defender el fideicomiso tuerto, no ciego, por temor a la Superintendencia de Bancos y Valores.
Esta aclaración, ¡oh, siervos de la gleba!, se enmarca en el rol educativo que cumple, además de informar, La Cuarta, y para advertir a nuestros lectores sobre una nueva forma de estafa: La venta de insípidos y fomes huevos de criadero bajo la forma de "huevos azules", escasos y caros, porque salen sólo del potito de las colloncas o quetros, las gallináceas mapuches.
La voz de alarma vino de Chiguayante, donde Ruth Pérez, mientras recorría una feria, accedió a la petición de su hija, fanática de los huevos, fritos revueltos, al ajillo, a la copa y a la ostra, que se enamoró de una canasta de ovos azul océano y verde esmeralda.
CHANTERÍO
La obediente madre pagó un disparate de plata por una docena y apenas llegó a su casa, echó un par a la sartén para calmar los antojos de la chiquilla, que, marraqueta en mano, ya había ocupado su lugar en la mesa para llenarse su boquita con las pelotudeces fritas.
"A mitad de la fritanga me di cuenta de que la maravilla gastronómica no era tal. La yema se puso blanquecina, la clara más aguachenta que un pipeño bautizado con agua potable y el tamaño se redujo al porte de una moneda de gamba", explicó Ruth.
Pero la decepción no terminó allí. Cuando sacó el resto de la huevada de la bolsa, quedó con las yemas teñidas de azul, verde y café (tierra de Siena tostada).
La veterana que le vendió los huevos la había estafado. Todos estaban teñidos y pintados a la témpera, con acuarela escolar o cualquier otra pintura rasca para engañar a los huevoadictos y cobrar por cada óvulo su peso en oro.
¡Atención, señoras, viudas y lolitas! Al comprar un par de huevos, ojo con el color de la cáscara, el peso y el contenido. No vaya a ser que por entusiasmo se compre un huevo viejo, huero, impotente o mal teñido.
Manuel Vega O.