Existen cosas extrañas, como tiburones con lycras, faranduleras con títulos y fondas sin ebrios. Pero lo que ocurrió ayer afuera de la estación Universidad de Chile obtuvo el primer lugar de las cosas más raras del mundo.
Resulta que un grupo de 30 mimos se puso a gritar desesperadamente delante de los transeúntes para pedirle a la barra que participe en la Campaña de Navidad del Hogar de Cristo.
La protesta pacífica para que la gallada se ponga una mano en el corazón y otra en el bolsillo duró unos minutos, pero dejó sin palabras a los intérpretes.
Disfónico, el voluntario Cristián Candia nos contó de lo peludo que fue tener la boca cerrada en su primera experiencia como mimo: "Soy bueno para hablar y estar callado me costó. Fue raro gritar, toda la gente miraba y no entendía nada".
El carita pálida incluso se tiró a la calle y se hizo el muerto para que la gente cache que hay adultos mayores que lo pasan como las huifas esperando al Viejito Pascuero. La gracia casi termina mal, ya que los automovilistas no escuchaban sus gritos.
"Menos mal que nadie me atropelló, pensé que era buena idea, pero nunca más lo hago", aseguró.
Fue tan potente el chillido que los músculos de la boca de Cristián quedaron atrofiados por la poca costumbre.
PÁLIDOS
Otro mimo, que no quiso hablar sobre su vida personal y menos revelar su nombre, nos confesó que "la gente se portó súper bien y nos entendió a la primera lo que queríamos decir".
La iniciativa, que contó con el apoyo de la Fundación Padre Hurtado, sorprendió ayer a los santiaguinos que salían en la mañana del Metro.
Carla Zunino, una de las animadoras del evento, nos contó que "valoro lo que hacen los mimos, yo no podría estar tanto rato sin decir nada, con lo buena que soy para hablar".