Más de 200 personas que asistieron a moteles capitalinos, entre ellos un ex animador de televisión, fueron extorsionadas por Gonzalo Moya, de 30 años de edad.
El sujeto elaboró un detallado plan para conseguir dinero de sus víctimas, a las que les pedía entre 500 mil y 2 millones de pesos.
Detenido por la PDI, ahora Moya enfrentará un juicio por amenazas y asociación ilícita que comienza el próximo 11 de junio.
Te contamos a continuación cómo era su modus operandi.
1. El primer golpe
Gonzalo Moya se instalaba afuera de algunos moteles de La Reina (Arbolitos e Internacional) y Continental (Gran Avenida). Esto en la primera etapa después se trasladó al sur de la capital.
La idea era ver si los usuarios calificaban como víctimas.
2. Imágenes y rostros
Provisto de una cámara con un teleobjetivo fotografiaba patentes y rostros de las parejas. También grababa videos.
Eso sí, en general no perdía el tiempo con autos con pinta de económicos, porque la idea era asegurarse, primero, que la persona a extorsionar pudiera pagar.
3. Equipo especial
Con la patente en mano y las imágenes de los posibles amantes indiscretos, comenzaba la investigación de este equipo interdisciplinario que contaba con gente en terreno que recopilaba datos y otros que realizaban el rastreo de estos.
4. Ratreo de datos
Los instrumentos utilizados para verificar la información son herramientas que están a disposición de todo el mundo en internet.
Por ejemplo, a través del Registro Civil sabían quién era dueño, su rut y a partir de ahí si el personaje estaba casado. También hacían uso de Facebook y otras redes sociales.
5. Contacto
Con todos los detalles en la mano, además de los correos y teléfonos, se contactaban con él o la supuesta infiel y les decían que habían sido contratados por la pareja o un familiar que quería hacerles daños y ofrecía llegar a un acuerdo de caballeros.
6. Varios chips
El extorsionado pedía pruebas y Moya enviaba correos con las imágenes. La PDI pilló en su centro de operaciones de Buin un lote de discos duros, donde procesaba el material.
Tenían además 112 chips de teléfonos para evitar ser rastreados cuando llamaban.
7. La plata
Pedían entre $500 mil y $2 millones, dependiendo de la solvencia del extorsionado. Según la investigación, algunos asiduos a los moteles pagaron esa suma entre dos y tres veces porque los volvían a pillar.
A través de la firma de un contrato, la banda aseguraba que el material no sería usado.
8. Blanqueo de dinero
Para darle seriedad al tema, Moya se reunía con sus víctimas en una notaría para firmar un contrato por algún tipo de asesoría o servicio.
Fuentes allegadas a la investigación señalan que de alguna forma realizaban una especie de blanqueo de los dineros que ongresaban a la empresa que tenía Moya.