El entrenador del equipo infantil de fútbol Los Jabalíes Salvajes, Chanthawong Ekapol, de 25 años, que estaba a cargo de los doce niños de entre 11 y 16 años que quedaron atrapados en La Gran Cueva de la Dama Dormida, de Tailandia, sabe que la embarró, ya que en la entrada había un tremendo letrero que prohibía el paso. Por carta se disculpó con los apoderados y ha hecho todo lo posible por salvar a los menores.
Uno de los niños atrapados contó que entraron a la cueva el 23 de junio como "una especie de ritual de iniciación", y cuando se comenzó a inundar su única escapatoria fue hacia el interior hasta que hallaron un lugar seguro cuatro kilómetros dentro de la gruta.
Tan comprometido está el profe con sus niños que cuando fueron encontrados por los rescatistas, ellos descubrieron que era uno de los más débiles del grupo porque les había cedido a sus pupilos su ración de comida y de agua.
Además les enseñó a los niños a meditar y a conservar la mayor cantidad de energía hasta que dieran con ellos, producto de su formación espiritual.
Ante la carta de disculpas que Ekapol mandó a la superficie, los papás manifestaron que no guardan resentimiento con el instructor cuya vida ha sido más dura que la de "Simplemente María". Tanto así, que el joven perdió a sus padres y a su hermano menor de siete años cuando él tenía diez, porque fallecieron producto de una epidemia de enfermedades respiratorias que afectó a su país.
"Si el profesor no hubiera ido con ellos ¿qué le habría pasado a mi hijo?", se preguntó en una entrevista con la televisión tailandesa la mamá de Pornchai Khamluang, uno de los niños efectados. "Cuando salga tendremos que ayudarlo a sanar su corazón. A mi querido Ek nunca lo culpo de nada", agregó la señora con el favor de Dios.
En el Washington Post conversaron con su familia, y su tía Umporn Sriwichai contó que lo adoptó y que fue un niño "triste y solitario". Además informó que ella y la parentela que le quedaba decidieron meterlo a un templo budista cuando tenía doce años.
Según la tía, los diez años en el monasterio lo volvieron un joven "saludable física y mentalmente" y le enseñaron habilidades de supervivencia que ayudaron a los chicos a subsistir en la trampa subterránea. "Debe de haberlos ayudado a permanecer calmados y optimistas", agregó la doña.
Ekapol estuvo sometido a una formación religiosa hasta que cumplió 22 años y dejó el monasterio para cuidar a su abuela enferma en Mae Sai, al norte de Tailandia. Desde entonces divide su tiempo trabajando como asistente en el templo y entrenando al equipo que había sido recientemente conformado.
Sobre la relación del técnico con los menores, su amigo Joy Khampai, que trabaja en la cafetería del monasterio, contó que "los amaba más que a sí mismo, él no toma, no fuma, es una persona que se cuida y que les enseña a los niños a hacer lo mismo".
Hasta el cierre de esta edición ya habían sido rescatado ocho niños y en la caverna quedaba Ekapol y cuatro de sus pupilos. Es un hecho que el entrenador saldrá al final, sólo cuando sepa que su equipo de fútbol podrá volver a jugar otro partido.
Hoy se cerraría el rescate
Al cierre de esta nota ocho niños habían sido rescatados de la cueva en donde quedaron atrapados el 23 de junio.
Durante el domingo los buzos sacaron a cuatro infantes y en la jornada de ayer la misma cantidad de menores fue evacuada con éxito para luego ser derivados en helicóptero a un hospital cercano.
Hoy, ya con el plan perfectamente aprendido, con tranquilidad y la experiencia de haberlo logrado ya dos veces, se intentará la tercera salida.
En la segunda misión participaban los mismos 18 buzos que en la primera; un equipo de expertos conformado por trece rescatistas internacionales y cinco tailandeses. Cada niño salió de a uno escoltado por un hombre rana por delante y otro por detrás.
Tras un descanso de catorce horas, para depositar nuevas bombonas de aire de repuesto, hoy volverán a la acción.
El niño que se salvó
Uno de los integrantes del equipo de fútbol se salvó de quedar atrapado, se llama Paisan Jupoh y la razón de su fortuna es que su familia es supersticiosa respecto a la cuevas.
La mamá del menor pertenece a un religión donde se guarda culto a los ancestros, y cree que en las cavernas vive un espíritu maligno, por eso le prohibió a su hijo participar de la excursión.
"Estoy muy contenta de que obedeciera. En general es un niño muy tranquilo y obediente que no da problemas. Estoy tan agradecida de no tener que preocuparme por él ahora", contó la madre del niño, Aper Jupoh.
Paisan ahora sólo espera poder reencontrarse con sus amigos.