Las multas mataron "La Insolencia" del sándwich

Emprendimiento sensación de las calles de Santiago debe más de $100 millones en partes. Matías Leiva, su fundador, llegó a vender más de 3 mil panes al día y contratar 30 ayudantes. Hoy está solo.

Fue en marzo del 2017 cuando Matías Leiva Contreras, un desconocido vendedor ambulante, comenzó a salir en los medios de comunicación debido a lo peculiar de su negocio: vender sándwich gourmet vestido como chef y con un canasto por delante, conocido como "La Insolencia".

Lo entrevistaron en diarios, lo invitaron a matinales y hasta se fue de viaje para dictar talleres de cómo doblarle la mano al destino y salir adelante con puro trabajo. Hasta del extranjero lo llamaron para que contara el secreto.

Sin embargo, desde el año pasado su minuto de fama quedó en el olvido: al ser vendedor callejero los inspectores municipales no le tuvieron piedad y lo llenaron de partes, acumulando un total de $100 millones solo en multas.

"Empecé con 6 mil pesos. Estaba con una deuda de 4 millones de pesos y debía parar la olla de alguna forma. Fui al supermercado y compre harina, levadura, queso y jamón y partí. Fueron 12 panes inicialmente, después 24, luego 50 y así. Luego sume nuevos ingredientes y así nació a La Insolencia", señaló a La Cuarta este emprendedor de la cocina.

Llegó a dar pega a 30 "insolentes", como le llama cariñosamente a sus ayudantes, los que vendieron en el peak de su fama más de 3 mil sándwich gourmet en apenas un día.

"Sumé lechuga, champiñones, cremas y varios ingredientes para hacer la diferencia. Varios de mis 'insolentes' llegaron de otros países, otros eran estudiantes y sacaron sus carreras. Les hice contrato y éramos una familia, pero todo eso quedó atrás", recordó.

El comienzo del fin

Fue luego de ser invitado al matinal Bienvenidos, de Canal 13, en agosto del 2017, que todo se empezó a derrumbar, ya que tras salir de la estación lo llamaron a terreno desde la municipalidad de Santiago.

"El municipio estaba implementando el plan de Comercio Justo. Postulamos a permisos para poder trabajar, pero los partes comenzaron a llegar. Perdíamos los canastos con los panes, pero nos volvíamos a levantar, y nos volvían a multar y a quitar todo. No podíamos entrar al centro de Santiago. Yo no culpo a los inspectores, ya que es su pega, pero vi como mi sueño empezó a desaparecer", agregó Leiva.

- ¿Qué fue lo que más te dio pena?

Ver cómo nuestros canastos que eran requisados eran rematados luego. Me costó tanto levantar esto de la nada.

- Si pudieras retroceder el tiempo, ¿darías esas entrevistas que te hicieron conocido?

Por supuesto, no me arrepiento de lo que hice. Generé hartos puestos de trabajo e inspiré a varios a emprender, igual como ocurrió con el Conejo Martínez de los maní.

- ¿Cuál es tu sueño con La Insolencia?

Volver a surgir, que alguien me apoye con un localcito para poder vender mis productos, o un carro con permiso. Las ganas siguen, igual que desde el día 1.

Matías actualmente está vendiendo en solitario y a la mala en el casco histórico, debiendo estar atento cuando se acercan los inspectores, al igual que los otros vendedores ambulantes, y esperando que algún día vuelva la época de gloria de La Insolencia.

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