San Isidro sorprendió ayer al terruño con una fuerte lluvia, truenos, relámpagos y hasta granizo. Y en Santiago la peor parte se la llevaron las 30 familias que desde el terremoto viven hacinadas en carpas a los pies de sus departamentos de Villa Olímpica y Villa Canadá, en Ñuñoa.
"Estamos choreados porque no nos pesca la municipalidad. Si no fuera por los vecinos de la población que nos ayudan, estaríamos desamparados", pataleó Julia Fuentes, una de las tantas vecinas que acampan al pie de los edificios de Villa Canadá y que pidió ayuda mientras preparaba en su "carpa-cocina" unos ricos porotos con riendas, con trozos de longaniza y cebollas en escabeche. "Acá yo le cocino a todos. Por último que haya un plato de comida para la gente", aseguró.
"Esto es desesperante. Imagínese lo que es vivir cómodamente en un departamento y de un día para otro no tener dónde vivir", se emocionó Jeannette Rojas, delegada vecinal. En Villa Olímpica es la misma historia. Los vecinos andan con las mansas ojeras, porque hace 48 días que duermen como las huifas en las carpas, que para más remate se mojaron con la lluvia. Agustín Soto, delegado municipal de Ñuñoa, aseguró que, pese a que les ofrecieron a los vecinos un subsidio de 6 meses, de 120 mil pesos mensuales, la gente no ha hecho los trámites.
"Se les ha dado de todo, pero los vecinos insisten en quedarse en el lugar. Son ellos los que tienen que buscar un lugar para arrendar", criticó la autoridad, quien se fue a dar una vuelta a las villas afectadas. Claro que sus palabras cayeron como patada en la guata a los vecinos, quienes le reclamaron a viva voz: "Uno va a la municipalidad y dicen que no hay plata o que faltan ene papeles", lamentó Arturo Tapia, padre de dos chicocos de 7 y 3 años, quien por ahora se gana la vida rellenando cuchuflís con manjar en su carpa.
La lluvia que hizo sufrir a los damnificados ñuñoínos también afectó a vecinos de Colina, Maipú, San Bernardo, Peñaflor, Macul y Puente Alto, donde además hubo truenos y relámpagos y granizó por al menos 10 minutos.