Siempre nos dicen en que si queremos vivir más y estar sanos, tenemos que dejar los churrascos, los puchos, las tomateras y cambiar todo eso por ensaladas, salir a correr y tomar, pero pura agua. Se supone que estos hábitos alargan nuestra vida y nos ayudan a librar de achaques.
Sin embargo, la doctora Lissa Rankin publicó un experimento en el que se demuestra que no sólo basta con llevar una vida fitness light para estar fresquitos y sanos.
En su libro Mind Over Medicine: Scientific Proof That You Can Heal Yourself, cuenta que hay muchos factores que influyen en nuestra salud y que no tienen que ver sólo con lo físico.
Para probar su punto, da como ejemplo a los inmigrantes italianos que se establecieron en Roseto, Pensilvania hace varios años, familias que no eran precisamente saludables.
Comían carne, pizza y pastas todo el día, tomaban como si se fuera a acabar el mundo y fumaban como condenados. Y a pesar de todo eso, no sufrían demasiado del corazón. ¿Por qué?
No se trata de genética ni nada de eso. Según la investigación, estas familias eran alegres, siempre se reunían a celebrar y estaba en compañía. Ahí es dónde está la diferencia. No sufrían de soledad.
La soledad puede ser fatal para el organismo, dice este estudio. Las personas solitarias se siente mal por eso, lo que provoca que se eleven los niveles de cortisol, active su sistema nervios simpático, eleva el ritmo cardiaco, sube la presión, atrofia el sistema inmunológico y como consecuencia aumenta el riesgo de morir por una enfermedad a la cuchara.
También hay otras cosas que pueden ser más dañinas que un bistec a lo pobre, como el estrés laboral, la depresión o la ansiedad. Así que si eres de los que lo pasa bien de vez en cuando con los amigotes, esta felicidad es medicina preventiva. Igual no te vayas al chancho, carretea piola, pero sin culpa.