No es ninguna gracia tener la mansa zanja

Los vecinos de la Villa Santo Domingo de Chiguayante están urgidos. El terremoto abrió la tierra y aunque ocho de sus palacetes fueron declarados inhabitables, sus propietarios se niegan a marcharse.

Cada grieta mide 15 centímetros de ancho y hasta dos metros de profundidad. De algunas, juran los damnificados, sale olor a azufre. "Uno de estos días voy a pillar a don Sata robándome la ropa tendida", sostiene una de las vecinas.

"El cerro se desplazó hacia nuestras casas y afloró el agua, que las inundó. Hoy están secas, pero siguen en peligro de derrumbe. Y como luego comenzarán las lluvias, sabemos que la vamos a pasar mal, porque años atrás ya nos sucedió. La Municipalidad nos ofreció enrejar el cerro, pero necesitamos una solución de fondo. Sabemos que el Gobierno Regional está preocupado, pero esperamos que actúe lo más pronto posible", afirmó Patricia Montero, quien actúa como vocera y delegada de los atribulados propietarios.

En la pobla tienen clarito cuál es la madre del cordero, la pulenta. "Acá se construyó sobre un humedal, un pajonal. No compactaron bien el terreno. Este sector estaba destinado para áreas verdes, pero le cambiaron el uso de suelo", explicaron.

Un informe técnico del Sernageomin asegura que "la población Santo Domingo se emplazó en un sector de vegas, vertientes y lagunas.

El documento recomienda "reubicar todas las casas colindantes con las laderas ante el inicio de la temporada de lluvias y también las que presentan asentamientos".

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