Franco A.V.P se gana las lucas extras en la noche como chofer de Uber y aprovechó la contingencia para que su chiva tuviera sustento, ya que en los últimos días varios conductores de su empresa lo han pasado mal con la delincuencia, e incluso uno fue asesinado.
El asunto es que el compadre quería salir a chupar con sus amigos y su pareja de iniciales B.Q.R, de 24 años, (por razones que son parte de la investigación) no le iba a dar permiso para carretear sin ella.
Los cómplices de la indecente treta fueron los tres mejores amigos de Franco. Uno de ellos tomó el teléfono del chofer e impostando la voz como pensó que la tendría un secuestrador, le dijo a la mujer a través de un mensaje de Whatsapp: "Oiga, sabe qué, déjese de molestar, le tenemos al marido secuestrado, y andamos bien lejitos así que lo tenemos secuestrado, déjese de molestar".
En otro mensaje de voz el supuesto secuestrador dijo que habría estado torturando al chofer. Esa onda. "Oiga, por si acaso no soy el Franco y este teléfono lo tengo yo así que déjese de molestar, no le va a contestarle (sic) nunca más".
En serio
La mujer se tomó en serio la amenaza, llamó al 133 y la investigación fue derivada al OS9 de Carabineros que de inmediato comenzó a trabajar con las pistas que había dejado el pobre hombre desaparecido.
Ante lo dramático de los hechos descritos, los policías iniciaron un plan de búsqueda e interceptación de las comunicaciones y redes sociales que mantenía el joven, todo con el fin de identificar sus rutas, últimas ubicaciones e información relevante para encontrarlo.
En tiempo récord los chiquillos del OS9 resolvieron el caso que pintaba para tragedia griega.
En Carabineros informaron de esta forma el fin del misterio: "Sorpresa causó al equipo de la Dirección de Investigación Criminal descifrar que las rutas seguidas por el hombre secuestrado correspondían al domicilio de sus tres mejores amigos, botillerías y locales nocturnos de admisión restringida".
Gracias al Dios del Vino, Franco no estaba arriba del auto secuestrado, sino que estaba arriba del balón luego de recorrer botillerías y topples de la periferia de la capital.
Cuando la policía lo ubicó altiro se le pasó la curadera por el miedo de enfrentar a su pareja que lo esperaba armada de un uslero calibre 38.