Silvia Elizabeth Oroz González (44) no alcanzó a irse de Puerto Varas como tenía planeado, para dejar atrás los maltratos de su esposo. La mujer, deportista y madre de tres hijos, apareció muerta el 21 de febrero en el dormitorio de su casa, en calle Calafquén 1382, Villa Casino.
Curiosamente fue su propio marido, Ronald Osvaldo Mödinger Aravena (40), quien la encontró desmayada a las 11.30 horas y la llevó junto a una vecina hasta la Clínica Alemana de la ciudad lacustre. El hecho no es menor, ya que Mödinger, ex empleado de una fábrica de alimentos -y que pese a su ligazón familiar no tiene vinculo con la empresa de cecinas de la zona- tenía prohibición judicial de acercarse a la casa de la mujer.
Silvia llegó sin vida al centro asistencial. El deceso era extrañamente natural, causado por una falla múltiple sin explicación. Un ataque fulminante apagó su vida, pero encendió la llama de un escabroso caso policial.
BAJO SOSPECHA
El funeral de Silvia fue concurrido. Era muy querida en el barrio y en la ciudad. Mientras, surgía entre sus familiares la sospecha de que su ex tenía algo que ver. El tiempo que estuvo casado con ella, Mödinger la maltrataba física y sicológicamente.
Al tiempo que amigos y parientes se organizaban para dilucidar el crimen, el esposo de la víctima sufría el peso de la conciencia. "Es mi culpa, yo la maté", dijo a una cercana en las afueras de la Iglesia, testimonio incluido en la investigación del Ministerio Público por la que hoy está en prisión preventiva en la cárcel de Alto Bonito.
SINIESTRO PLAN
El hermano de Silvia fue el primero en sospechar e hizo llegar todas sus dudas a la fiscalía y a la policía.
Con autorización de la familia y el Ministerio Público, un efectivo se constituyó en la autopsia de la mujer e hizo cambiar de parecer al médico legista. Los órganos internos estaban irritados por la acción de alguna sustancia y se tomaron muestras para analizarlas en el Laboratorio de Criminalística de la policía civil y en el Servicio Médico Legal.
Tras un mes de estudios, el lunes pasado la Fiscalía recibió los resultados. Los análisis forenses dejaron claro que Silvia murió por la ingesta de un poderoso pesticida: Calfurano, utilizado incluso para matar osos.
Esto detonó que la Brigada de Homicidios cerrara el círculo en torno a Mödinger, gracias a la información que recabaron familiares y amigos de la mujer, quienes no le perdieron pisada y reunieron las pistas para reconstruir lo sucedido.
El imputado cometió errores que lo delataron. Dos semanas antes del crimen fue al vertedero municipal de Puerto Varas, en el sector La Laja, y pidió a uno de los encargados, Demetrio Fuentealba Montero, con quien había trabajado, un poco del veneno que usan en el basural para matar ratones. Dijo que un perro había mordido a su hijo pequeño y quería eliminarlo. "No le comente esto a nadie", le advirtió.
Silvia comenzó a mostrar signos de decaimiento a mediados de febrero. Una tarde una vecina con la que almorzó se dio cuenta que al comer unos pocos tallarines le dieron fuertes dolores de estómago, por los que debió ser atendida en el servicio de urgencia de la Clínica Alemana el 16 de febrero.
Para la Fiscalía ésa es una señal de que la mujer pudo ser víctima de sucesivos intentos de envenenamiento por parte de su marido, quien burlando la prohibición judicial entraba cuando quería a la casa de la víctima.
DE MIEDO
Según la Fiscalía, Mödinger planeó el crimen y actuó en forma oculta, aprovechando el conocimiento que tenía de la víctima a pesar de los problemas de convivencia.
La investigación señala que la tarde del miércoles 20 de febrero, el imputado ingresó a la casa e introdujo el veneno en una taza de té que ofreció a Silvia, a quien acudía a ver frecuentemente y suministraba alimentación desde que ella se encontraba decaída y debió recibir atención médica.
En la taza se hallaron restos de veneno, el mismo que arrojaron las muestras extraídas del cadáver de la mujer.
En un nuevo error, esa tarde Mödinger acudió a un mercado a 100 metros de su casa. Allí le entregó a una dependiente unos guantes quirúrgicos y una jeringa y le pidió que los botara a la basura. Para colmo, mostró un frasquito de vidrio en el que aseguró llevar veneno para quitarse la vida.
CONFIRMADO
Con los resultados del análisis de los peritos del Servicio Médico Legal, los policías confirmaron las sospechas familiares: Mödinger había matado a su esposa envenenándola.
Informado el fiscal, se pidió una orden de detención para el sujeto, la que fue autorizada por la jueza de Garantía Jimena Versín. Se concretó la tarde del lunes recién pasado, pese a la oposición de Mödinger, quien al percatarse de la presencia de policías fuera de su casa huyó algunas cuadras en su vehículo antes de ser alcanzado.
FORMALIZADO
Al mediodía del martes fue puesto a disposición del Tribunal, donde el fiscal Víctor Ravello le formalizó investigación por el delito de parricidio y lo dejó en prisión preventiva.
El sujeto arriesga penas que van desde los 15 años de cárcel a la cadena perpetua.
"Tenemos la convicción de que el veneno encontrado en el cuerpo de la víctima fue suministrado por el imputado. Él fue visto por vecinos el día anterior ingresando y saliendo de la vivienda a eso de las 21 horas, última instante en que se vio con vida a la víctima", aseguró el fiscal Ravello.
Juan R. Maldonado.