Danilo Rojas Barahona es un viejo lobo de mar de San Antonio, quien apenas ocurrió el megaterremoto, y sin dudar, se puso a disposición de las cuadrillas del Cuerpo de Bomberos de la ciudad, entidad de la cual es voluntario.
Una de las emergencias apuntaba a un anegamiento en el sector de la playa de Llolleo, lugar hasta donde se desplazó para colaborar con los veraneantes que habitaban las viviendas de material ligero y que disfrutaban de sus vacaciones.
Linterna en mano, a las 5 de la madrugada inició un recorrido y no tardó en toparse con un desastre conmovedor y sorprendente: Más de 200 casitas de madera del Camping de Llolleo habían sido destruidas por el ingreso de las olas y eran arrastradas hasta uno de los dos ojos de mar o lagunas artificiales ubicadas a 500 metros del terminal sur del puerto.
En medio de la oscuridad, advirtió que en medio de escombros, maderas, barro y agua tres personas pedían ayuda cuando se hundían en el fango. "Nunca me imaginé la magnitud de la tragedia. Pensé que las casas se habían anegado, pero a pesar de la escasa luz pude apreciar que el camping del sector sur había desaparecido por completo", relató emocionado el también concejal sanantonino.
"Tras caminar algunos metros sentí unos gritos de auxilio desde unos cien metros de distancia. Al acercarme, pude comprobar que se trataba de dos mujeres y un hombre, que rogaban que los ayudara porque no podían salir", acotó el "chico bueno".
"Como pude y ayudado con algunos palos, logré acercarme y sacar a las personas, quienes lloraban desconsoladas tras el rescate", explicó.
"La verdad es que hoy no sé a quién rescaté, pero sé que están con vida y eso es muy reconfortante. Otras personas aún siguen desaparecidas y hacemos los esfuerzos necesarios con mis colegas bomberos, la Armada y un grupo de acción civil de Luján, Argentina, que trae perros adiestrados que pueden captar la presencia de cuerpos bajo el agua".