Dueño de Navega Cruceros, Tulio Hernández, cuenta que requieren garzones, chefs, encargados de entretención y hasta parvularias en los barcos de placer que recorren el mundo. El inglés y la alegría son fundamentales a la hora de trabajar en este oficio de altamar.
Seis años de trabajo duro le bastaron a Tulio Hernández (52) para "jubilarse" de su pega como garzón a bordo de exclusivos cruceros por el Mediterráneo y el Caribe. Pero el hombre no pasó a retiro, ya que con el dinero que logró ahorrar formó en los años 90 su empresa Tulio's Marine Service, y que actualmente se llama Navega Cruceros.
"En 1987 comencé como garzón donde conocí este mundo que me abrió muchas puertas. Recorrí gran parte del mundo y luego formé mi empresa, donde enseño a las personas a seguir y lograr sus sueños. Es por eso que debido a la alta demanda hay mil puestos de trabajo para distintos puestos", dijo Tulio a La Cuarta.
Desde que abrió sus puertas la empresa ha formado más de 5 mil jóvenes entre garzones, encargados de entretenimiento, chef, cocineros, encargados de aseo, sommelier, barman y barwoman, los que todos deben cumplir un requisito en común: hablar inglés de corrido.
"Los requisitos para trabajar acá son saber inglés de manera fluida, acá es excluyente, además de tener una personalidad extrovertida, trabajar con alegría y tener espíritu de servicio; el resto lo aprendes en la academia", explica Hernández.
Equilibrio
Oriundo de Chanco, en Cauquenes, Región del Maule, Tulio estudió administración de empresas a los 20 años, pero antes de ponerse a trabajar se fue a Canadá a probar suerte, y allí aprendió fácilmente inglés. Luego partió a España, donde trabajó en pegas ocasionales y luego de un tiempo retornó Chile.
"Un día leyendo el diario vi un aviso donde reclutaban gente para trabajar a bordo de un crucero en Estados Unidos. Ofrecían más de 2 mil dólares. Con el dinero ahorrado compré un pasaje de avión y me fui. Ahí postulé y quedé. Eran jornadas de 14 horas y los barcos en ese tiempo no tenían los sistemas de hoy en día y se sentía el navegar, ahora ya ni se nota", contó el empresario.
- ¿Se mareaba mucho?
Mucho, y además tenía mucha pena ya que estaba lejos de los míos, pero aperré.
- ¿Qué labores desempeñaba?
Comencé como ayudante de garzón, y luego derechamente de garzón. Me fui ganando la confianza de mis jefes y finalmente debido a mi trato quedé como jefe de garzones.
- ¿Se le dio vuelta alguna vez la bandeja?
Sí, más de una vez. Recuerdo que una vez llevaba varios platos con tallarines con salsa y cayeron sobre la cabeza de un pasajero. Menos mal la gente entendió y solo reía. Pero para salir del mal rato tuve que mandar varias botellas de licor por mi chascarro.
- ¿Conoció muchos famosos?
En uno de mis primeros viajes conocí a Gloria y Emilio Estefan, ella era madrina del crucero y me tomé varias fotos.
- ¿Se forman muchos romances a bordo?
Ja, sí. Como dicen los marinos en cada puerto un amor y una promesa.
- ¿Lo han reconocido sus alumnos después?
Claro, la semana pasada en un restaurant me atendió un ex alumno, también en un avión. Incluso el gerente del Marriott estuvo en la academia.
Del odio al amor de lujo en altamar
El chileno Richard Guajardo y la uruguaya Mágela Corbo se conocieron trabajando en un crucero hace 18 años, pero de la peor manera.
"Ella me dijo chilenito y eso me molestó mucho, y lo repetía cada vez que me veía. Un día libre de servicio a bordo la invité a bailar y me dijo que no bailaba con chilenitos. Así que me propuse conquistarla", recuerda Richard.
"Un día de paseo en París la invité a cenar y a limar asperezas, nada más romántico, y empezamos a pololear. Ahora tenemos un hijo de 4 años que nos acompaña, junto a mi mamá cuando trabajamos en el crucero", agrega Guajardo.
Debido a su trabajo, la familia viajera tiene una casa en Chile, Uruguay y Estados Unidos. "En un principio era jefe de Mágela y le daba los peores trabajos para que no pensaran mal, hasta que acusó con recurso humanos. Ahora ella es mi jefa", contó el gerente de servicios.