Recordé la madrugada del terremoto y tsunami. Aquel 27F ninguno de los Comandantes en Jefe de las Fuerzas Armadas llegó a la ONEMI.
El mar se nos vino encima y el almirante Edmundo González, se quedó en su casa de Vitacura.
La Presidenta Michelle Bachelet pidió a la FACH un helicóptero y un piloto -a las 5AM- para salir a recorrer la zona de la tragedia, pero la nave recién estuvo disponible a las 9 de la mañana en el Parque O'Higgins.
Esa noche, 156 personas murieron en el maremoto. Nadie, absolutamente nadie, entendió la gravedad del asunto.
El mayor robo de la historia de Chile lo han cometido carabineros: $ 26.700 millones. Su General Director ha tenido que dar explicaciones porque los ladrones estaban bajo su nariz, ¿Y qué? Nada.
Hay varios pelos más en esta sopa: Carabineros hace aguas. Y ahora la Fiscalía acusa a Carabineros de manipular pruebas.
Sospecha que cargó mensajes de WhatsApp en los celulares de 8 comuneros mapuche para detenerlos y llevarlos ante la Justicia, acusados de planear atentados incendiarios en el Sur del país. Carabineros niega -tajantemente- las acusaciones.
¿Quién dice la verdad? Carabineros instaló carros policiales afuera de la Unidad de Inteligencia -en Temuco- para evitar que la PDI allanara sus oficinas y se llevara sus computadores.
¿Quién manda aquí? Mientras este inédito espectáculo se tomaba las pantallas de televisión, el jefe de las policías, el ministro del Interior, Mario Fernández, estaba de vacaciones. Y autorizó también las vacaciones del Gral. Bruno Villalobos.
¿Será prudente irse durante un mes de vacaciones a Miami y tomar un crucero por el Caribe cuando tu casa se incendia por todos los costados?
Pregunto otra vez: ¿Quién manda aquí? ¿Será que nadie entendió la gravedad del asunto? Es desesperanzador.
Pareciera que siempre llegamos tarde a todo y que pocos entienden que hay que estar a la altura. ¿Será que el chileno medio aplica mejor el sentido común? ¿En qué momento ocurrió que algunos perdieron la brújula?
Brújula... Recordé a Marcelo Ríos. Y esta será la última vez que le dedique mi tiempo: Alguna vez logró ser número 1 del mundo -por unos pocos días- y se sintió ídolo.
Alguna vez también mandó a un periodista a que le lavara el auto. El mismo que llora por una novia frente a la prensa de farándula y el que cobra una millonada por entrevista.
Así anestesia su animadversión por los periodistas. ¡Cuánta distancia con un Roger Federer! 36 años, ganador de 20 Grand Slams, el mejor tenista de la historia.
¿Alguien se lo imagina llamando a la prensa para vomitar -gratuitamente- groserías de tal calibre? Allí está la diferencia entre un ídolo y otra cosa... Cualquier cosa.
Y frente a Marcelo Ríos, nadie bajó el micrófono para pedir respeto. Vestirse de la camiseta de Chile para vomitar insultos no te hace ídolo.
Pero la fanaticada no sabe de argumentos. Como barra brava, corre -cual borregos- detrás de sus logros deportivos. Como si pegarle bien con la raqueta te permitiera disparar amargura a mansalva.
Mientras que los que piden respeto reciben los insultos de la barra brava: "¿Y voh, a quién le hay gana'o'?".
El deporte, la política, la toxicidad de las redes sociales, en fin. Nos perdimos. Y es triste, porque ese es el nivel.
Se nos olvidó que podemos exigir más. Reconozcamos: Es el mundo al revés y es el ladrón detrás del juez.