Ricardo Palma Salamanca se confiesa: "La cultura comunista me tiene harto"

Tras su fuga de la Cárcel de Alta Seguridad, el ex frentista ha vivido huyendo y escondiendo su verdadera biografía.

El 1 de abril de 1991 un atentado terrorista le quitó la vida al senador Jaime Guzmán. Entre los atacantes asomaba Ricardo Palma Salamanca. El acusado fue detenido y condenado a cadena perpetua. Pero el 30 de diciembre de 1996 el ex frentista burlaba a los oficiales de la Cárcel de Alta Seguridad y dentro de un canasto tirado por un helicóptero, escapaba en una fuga idénticas a las que se ven en las películas.

Tras el escape, Salamanca se alejó completamente de su familia y conocidos para empezar una nueva vida. Durante 20 años vivió en México, en San Miguel de Allende. Ahí se instaló con su pareja, Miska Brzovic (de quien se separó en 2007) y una guagua de ocho meses, gestada en plena fuga.

Tiempo alejado de su tierra que lo hizo cambiar sus pensamientos, los que hoy sorprenden al mundo entero.

"La cultura comunista me tiene harto: es ideológicamente intolerante y autoritaria(...) La Revolución está agotada. Los cambios se dan de manera paulatina, porque lo que debe transformarse es la cultura. Yo ya pasé eso que tenía que pasar y ahora quiero vivir mi vida como se me dé la gana. La experiencia me ha vuelto un reformista", relató a The Clinic.

Salamanca además reconoció quien lo delató tras el atentado contra Jaime Guzmán. "Fue la concatenación de varias circunstancias (...) la sicóloga de mi hermana era la esposa de Lenin Guardia, y ella, no sé con qué autoridad, le fue a lloriquear sus sospechas acerca de mí, y obviamente la señora rompió su secreto profesional en tres segundos y le contó todo a su esposo", detalló.

Ricardo Palma también tuvo palabras para recordar los duros tratos que sufrió de parte de Gendarmería y del juez a cargo de su caso.

"Alfredo Pfeiffer me escupió dos veces. Me amarraba con cadenas de pies y manos a la silla mientras me interrogaba. Era un nazi. Cuando llegué a la Penitenciaría me tuvo 28 días incomunicado y luego me ingresaron al sector de los enfermos mentales, con quienes estuve tres meses. Eso de convivir con locos es un experiencia muy inusual. Hay cero higiene, se mean, se cagan. Después me llevaron a la galería de los estafadores y finalmente a la Calle 5, donde estaban los presos políticos de la época. Con ellos podías relacionarte de otra forma, pero no pasó ni un mes cuando Pfeiffer ordenó trasladarme a la cárcel de San Miguel. Ahí dio instrucciones de aislarme en la Torre 1, en el último piso, como Rapunzel, por seis meses. Solo me dejaban salir una hora al día. Gendarmería tuvo que pedirle al ministro que levantara el castigo, porque nunca habían prolongado por tanto tiempo algo así".

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