Rodrigo Hernández Labarca (43) formó, literalmente, su nidito amor con su pareja Carolina del Carmen Ibarra (27). ¿Y dónde, ah? Entre las ramas de un grande y frondoso árbol en el sector de Macul con Avenida Grecia.
El socito ha vivido prácticamente desde los 15 años en la calle, deambulando entre casas abandonadas, bombas de bencina y sitios eriazos.
Su padre fue asesinado en 1973 y su madre lo dejó al cuidado de sus abuelos. De ellos tampoco recibió el cuidado que merece un niño, por lo que de lolo se lanzó a vivir a la calle.
Hace dos meses fue desalojado por seguridad ciudadana, mientras pernoctaba junto a su media naranja en la carpa que instalaban todas las noches en una plaza del sector.
Nuevamente a la deriva, le echó el ojo a una especie arbórea de proporciones, la que encontró precisa para crear su nueva morada.
"Me demoré diez minutos en construir esta casa. Con la ayuda de mi mujer y unos cabros que me dieron una mano pa' subir las planchas de madera y algunos fierros, armamos esta pieza en la que hoy pasamos las noches", contó a La Cuarta Hernández Labarca.
"Igo", como lo llaman sus amigos, se las ha organizado de lo mejor para tener todo lo necesario. Un colchón de plaza y media, una tele chica y hasta una cocinilla donde se prepara arroz, tallarines y carne.
La casa tiene una base de largueros de fierro y está recubierta por planchas de madera, tela de carpa y nylon, en caso de lluvia.
Pese a las intensas heladas que se han dejado caer en la capital, "Igo" asegura que la casa es bien calentita y que no pasa frío.
Los vecinos cercanos ya los conocen y le aportan con algunos sanguruchos pa'l almuerzo y ropa invernal. "Los vecinos son bien solidarios con nosotros, nos han regalado frazadas y a veces nos dan dos luquitas para comer", soltó el superviviente de la calle.
EMPRENDEDOR
Rodrigo y Carolina se conocieron hace dos años en la calle y, según comenta ella, fue amor a primera vista. "Igo" se gana la vida recolectando latas de bebidas (las vende 500 pesos el kilo) o envases de vidrio. También limpia vidrios a los autos
"Sabemos que no vamos a vivir siempre acá, por lo que pedimos que nos den una ayudadita o una oportunidad de trabajo", contó Rodrigo Muñoz desde su casa en el árbol.
Entre risas, ambos tiraron la talla e imaginaron que el excéntrico Leonardo Farkas se les acercaba un día y les daba una ayudita económica.