Párroco de La Legua se blindó con chaleco antibalas

Seis kilómetros al sur de la Plaza de Armas, en el corazón de San Joaquín, se ubica la población La Legua, cuyo nombre se debe por la distancia que tiene con el centro de Santiago.

El popular barrio nació en 1931, con la llegada de los mineros y obreros que apretaron cachete a la capital por la crisis del salitre. Con el paso de los años, se expandió a lo que hoy es: una pobla de 2.2 km², con 20 mil habitantes.

Caminar por sus angostas calles, no es fácil. De hecho, los mismos pobladores recomiendan no asomar la ñata por el lugar, si no es con gente conocida. ¿La razón? La zona está controlada por la delincuencia y el narcotráfico.

Brígido

Los habitantes de La Legua aseguran vivir felices en su barrio. No obstante, sienten una fuerte estigmatización por parte de la sociedad y miedo por la inseguridad que ahí se vive cuando bandas rivales se agarran a tunazos.

El "Maguila", cuyo nombre real pidió ser omitido por temor a represalias, aseguró a La Cuarta que la vida en el sector tiene cosas muy bacanes y otras no tantas. "Acá llegan profesionales de afuera a trabajar por sacar adelante a los niños, que son nuestro futuro (ver recuadro.) Y eso se agradece. Pero lo malo, es que los narcos -que no viven en La Legua- tienen agarrado de los testículos a la juventud", aseguró.

El hombre se crió de potrillo en la zona. Y se las sabe todas, según dice. "Los narcos llegan y le ofrecen 30 lucas diarias a los cabros chicos pa' que les guarden la cocaína. Saca la cuenta: al mes se hacen casi un palo. ¿Quién les va a decir que no? Además, les pasan pistolas a loquitos de 10 a 16 años pa' que anden cargados, por si las moscas".

El hombre sapeó que al interior del barrio hay un poder de fuego que le hace tiritar los chitecos blindados hasta al más rudo. Con decir que el año pasado se enfrentaron bandas rivales en una balacera que duró cuatro días. "Los colegios estuvieron a punto de ser evacuados, pese a que las ventanas son a prueba de balas", contó un paradocente de uno de los cinco establecimientos que hay.

El poblador agregó que hay días en que el ambiente es terrible denso. "Hace tiempo, uno de los más choros de La Legua se fue en la volá y amenazó a un curita. Al final, el pobre tuvo que hacer la procesión con un chaleco antibalas pa' que no se lo pitiaran", desclasificó.

Párroco sin miedo

El padre Gerard Ouisse, proveniente de Nantes (Francia), llegó hace 30 años al país y nunca ha dejado de luchar por sacar adelante a la gente de la pobla. Ni siquiera aquella vez que lo amenazaron, como contó el "Maguila".

"Tenemos que enfrentar el miedo con el diálogo. Ellos saben que no estamos de acuerdo con lo que hacen, pero no somos enemigos", dijo el sacedote que está a la cabeza de la parroquia San Cayetano.

De hecho, cada vez que las pandillas se agarran a balazos, él sale con un megáfono a pedirles que se detengan.

Finalmente, el párroco contó que la gente es bien religiosa, incluso los miembros de las bandas que la llevan en la pobla. "Hay quienes llegan a pedirme cruces antes de hacer quizás qué. También la gente cumple sus sacramentos. Lo único sí es que los matrimonios han disminuido, porque los invitados no quieren venir a La Legua", cerró.

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