El ratero Cristian Yáñez Isla (21) ha conocido los barrotes por dentro en siete oportunidades, pero todavía no entiende que por nada del mundo debe tentar la ética de un carabinero.
En la tarde del jueves el malandra merodeaba las calles del barrio Franklin, cuando se encontró de frente con un automóvil estacionado, con el motor encendido, las llaves puestas y las puertas abiertas.
Pensó que era su día de suerte, se subió y enfiló para venderlo por partes, pero un radiopatrulla cachó que la patente estaba encargada.
Yáñez, experto en las lides caneras y conocedor al dedillo de los procedimientos policiales, se entregó de inmediato a la fuerza policial.
FAVOR
En el calabozo el imputado quiso jugarse la última cartita. En un momento de soledad, llamó al cabo Rodrigo Pastén para hacerle una propuesta indecente y sembrar la semilla de la tentación.
"Oiga, yo trabajo en Franklin y le puedo traer lo que quiera. Por último, vamos pa' mi casa y le paso 500 lucas al tiro, y nos arreglamos a la buena", le ofreció al atónito funcionario.
"¿Así que me querís sobornar? Ya poh", habría dicho el cabo, antes de informar a sus superiores y la fiscalía Centro Norte.
El capitán de la 50a Comisaría, Mauricio Santander, explicó que por practicar la maldad al gil le saldrá más salado que marzo.
"El imputado no sólo fue formalizado por hurto y flagrancia, sino que también se agrava su condición por cohecho, lo que es igual de grave", calculó.
"Les aconsejo que no intenten sobornar a carabineros", remató.