En masacre finalizó un suculento banquete alrededor de un plato premiun de la gastronomía internacional, al que se dio cita un centenar de jotes de cabeza negra (coragyps atratus), liderado por el "Nabih", jefe de la bandada, con derecho adquirido a ser el primero en entrar a picar, merced a su envergadura alar.
El evento culinario se realizó en un restaurante de moda en la localidad de Molco, Pitrufquén, zona famosa por la calidad de su harina de pehuén, sus digüeñes, y la lechosa consistencia de sus tebos, materia prima de la nueva cocina francesa.
La historia, que más parece una fábula de Esopo, o un refrán chino con moraleja de sepulturero, ha desatado las iras de los ascéticos defensores de la fauna salvaje de la región y los más profundos temores de los gourmets adictos a los platos exóticos.
ATROZ
El rumor corrió como el mercurio sobre un espejo.
El cadáver de una suculenta galga yacía, exquisitamente hinchado, con guarniciones de larvas, almibarado con flujos intestinales y percolado con el aceite de los músculos putrefactos por la nitritobacterias, en un peladero de Molco.
IMPACTO
Las columnas culinarias de las revistas sabatinas lo recomendaron de inmediato, acompañado con un buen Carmenere del valle del Cachapoal, así que toda la bandada de especialistas reservó mesa y remontó vuelo hacia la picada. No menos de cien llegaron rigurosamente vestidos de negro al lugar de la comilona y, apenas tomaron posición alrededor de los restos de la gallicus canis, comenzarona picotear, con carnicero deleite, la golosina que tan fácilmente se dejaba poseer a los asaltos de su insaciable gula. Con ahínco carroñero, en pocos minutos el centenar de volátiles dio cuenta del plato hasta que sólo quedaron los huesos huecos, ya que la médula también fue sorbida por las lenguas negras, transformadas en tirabuzones por la necesidad de no perder un gramo de lípidos o proteínas.
¡AY!
No pasaron ni diez minutos cuando el primer comensal comenzó a retorcerse sobre el piso. Intentó volar, pero, tras alcanzar una mediana altura, entró en picada y se estrelló, inerte, contra el suelo.
En la media hora siguiente, el resto de sus camaradas corrió la misma suerte. Tras vomitar, reventaron como perros envenenados.
Fue precisamente eso lo que mató a los buitres. El cánido fue asesinado con estricnina y su cadáver se transformó en algo muy similar al cebo que se utiliza para liquidar una plaga de ratones.
"Nabih" fue uno de los primeros en pasar a mejor vida.
Moraleja para jotes y humanos: Más vale anoréxico cuidadoso que goloso atarantado, o frente a un manjar desconocido, más vale ser el último en pegar el tarascón.
"ES UNA TRAGEDIA PARA ECOSISTEMA DE PITRUFQUÉN", LAMENTA CONSERVACIONISTA
La mortandad en patota de los jotes fue informada a La Cuarta, la vegana, por el comunicador y conservacionista de Pitrufquén, Adolfo Venegas Gallegos, quien explicó que hace un año se contabilizaron sólo 300 jotes en la comuna, por lo que "la muerte de un centenar es una tragedia".
Hasta el lugar también volaron funcionarios de la Brigada Ambiental de la PDI, expertos del Servicio Agrícola y Ganadero (SAG), bomberos y municipales.
Según Marcelo Cortés, director regional del SAG, se tomaron muestras para identificar el veneno.
La presencia de los jotes es vital en el ecosistema, por cuanto cumplen la labor de "basureros" del medio ambiente, al alimentarse de los cadáveres de cientos de especies.
En los campos es perseguido ya que suele atacar a las crías recién nacidas de ganado.
M. Carrillo/M. Vega