Peluqueros de la Francesa están de las mechas

A casi todos les gusta la Francesa, la mayoría la prefiere porque es relajante, otros festejan su rapidez y algunos la consideran algo nuevo que rompe la rutina.

El drama es que en la tradicional peluquería del barrio Yungay se vive una verdadera guera civil, porque los profesionales de las tijeras están peleados a muerte entre sí.

Se distinguen claramente dos bandos. Están los pelados con barba liderados por Rodolfo Urbina y Pablo Ojeda, quienes no aceptaron las condiciones de la nueva administración que comenzará a funcionar el 1 de diciembre, y se mandarán a cambiar.

En el otro lado del campo de batalla está Manuel Cisterna, un peluquero que trabaja hace seis años en el lugar y aceptó la propuesta que les hizo el empesario Cristián Lavaud.

Un peluquero que podría pasar como no beligerante, aunque tira un poco más para el lado de Manuel, es Roberto Jeria. No tiene claro si seguirá en la Francesa, pero las apuestas dicen que sí.

Los viejos peluqueros se lo llevan peleando todo el día y se parecen a los ancianos gruñones de Los Muppets. Los pelados con barba acusan a Manuel de ser bueno para empinar el codo y cuando habla dicen: "¡ya salió la vieja intrusa!".

El otro bando se defiende y acusa a sus enemigos de "tirar las manos" en perjuicio de la actual administración.

Los dos peluqueros que se echarán el pollo abrirán a un par de cuadras un local que bautizaron como Los Barberos del Barrio Yungay, y Rodolfo amenaza con llevarse buena parte de la clientela "porque somos el peso de la peluquería".

El calvo barbero, que heredó el oficio de sus padres y partió a los 14 años, explicó que el nuevo trato le singnificaba menos plata, más responsabilidades, jornadas extensas y trabajar los domingos. ¡Un pésimo negocio!

El dueño se indignó con el rumor de que la Francesa iba a cerrar. Lavaud considera a los empleados que lo dejarán como unos malagradecidos, pero tampoco tiene una gran opinión de los hombres que están de su lado.

"Tengo cuatro peluqueros todos cagados y tengo que traer gente nueva", señala, para mantener el negocio abierto todo el día.

El empresario dice que está "hasta la coronilla" con los viejos y considera la revolución de la Francesa "una historia ridícula".

MINISTRO PRESENTÓ PEINETA DE COBRE

Sin saber que se estaba metiendo en una olla de grillos, el ministro de Minería, Hernán de Solminihac, visitó ayer el histórico recinto para presentar los beneficios de las peinetas de cobre.

Mientras los peluqueros de uno y otro bando se miraban feo, el secre de Estado alabó el invento del emprendedor Víctor Escudero y hasta aprovechó de retocarse las mechitas.

"A través de las propiedades bacteriológicas que tiene el cobre, puede ayudar a la salud del cuero cabelludo y del pelo. Además ayuda a la reducción de la caspa y en el caso de las mujeres para evitar las puntas partidas", verseó coqueto De Solminihac.

Aparte de hacerle la cruz a la grasa y la caspa, el cobre es seco para dejar fuera de combate a los piojos, liendres y ácaros.

El doble de "Zafrada" explicó que la clave del milagro es que el cobre en estado natural permanece oxidado, pero al entrar en contacto con la humedad y el aire forma una película de sales capaces de dejar el pelo brillosito y ultra sano.

"La forma de incorporar estas sales de cobre, que no son nocivas para el ser humano, es a través del desgaste de la superficie de la peineta en el pelo", contó el cerebro tras la maravilla, Víctor Escudero.

El salamanquino investigó los beneficios del cobre en la mollera durante ocho años y patentó el revolucionario invento, capaz hasta de frenar la caída del pelo.

UNA TRADICIÓN QUE NACIÓ EN 1868

La Peluquería Francesa abrió en 1868, en Santo Domingo frente a la Plaza Yungay a cargo de Victorino Tauzan.

En 1891 el francés Emilio Lavaud llegó a Chile a enseñar agronomía  con su mujer y su hijo Emilio. El experto murió al poco tiempo y su viuda se casó con Tauzan, quien le heredó el negocio al pequeño.

Hoy Cristián Lavaud está a cargo del negocio familiar y levantó un restaurante junto a la esquina de Compañía con Libertad, donde se emplaza ahora.

Según su dueño, el boliche pituco y estiloso ve amenazado su estatus por los inmigrantes peruanos que viven hacinados en el sector, porque considera que le bajan el pelo.

COMPARTIR NOTA