Cuando el 22 de junio de 1982 Perú caía 5-1 ante Polonia y se despedía del Mundial de España, se puso fin a esa generación liderada por Teófilo Cubillas, quien también los tuvo presente en las citas mundialistas de 1970 y 1978. Tras ello, pasaron 36 años para que fueran testigos y protagonistas de un nuevo Mundial.
Y la fiesta comenzó cuando lograron quedar quintos en Sudamérica, para luego superar a Nueva Zelandia en el repechaje. Así, Rusia 2018, los invitaba a jugar con Dinamarca, Francia y Australia.
A esa fiesta es a la que llegué. Cientos de peruanos en el aeropuerto, todos vestidos con la camiseta albirroja, listos para tomar un vuelo que los llevaría por un largo periplo a su primer partido en Saransk.
Y claro, cerca de 40 mil peruanos sacaron pasajes para ir a Rusia a ver a su selección, con lo que agencias y aerolíneas se frotaban las manos. Pero no eran los únicos. Tras la clasificación, en unos meses se dispararon las cifras en el consumo: además de potenciarse las rutas aéreas a las tierras de Putin, el comercio sonreía.
La camiseta de la selección, indumentarias deportivas, los televisores y celulares vivieron un boom en sus ventas.
Sábado 16 de junio. Las banderas adornan balcones y calles de la ciudad. Las gigantografías con publicidades giran en torno al Mundial. Es el día perfecto para disfrutar el debut de Perú. Son dos generaciones las que por primera vez podrían gritar un gol mundialero. Impaciencia, ansiedad, nerviosismo y sonrisas las delatan.
La explanada sur del Estadio Nacional fue habilitada por el Instituto Peruano del Deporte con tres pantallas gigantes para que los hinchas llegarán en masa a una fiesta que les pertenece.
Los sabores peruanos rodean al escenario, donde bailarines y músicos animan al público. Así llegó el momento en que Perú pisó el pasto entre vítores del hincha limeño, que luego se silenciaría para un emocionado cántico del himno patrio.
Tras los aplausos por el juego peruano y la inquietud ante los ataques daneses, llegó el minuto 43 donde Christian Cueva cae en el área.
El árbitro deja seguir el juego, pero se detiene para verificar la jugada en el VAR. Ni un suspiro asoma entre el público, hasta que el referí confirma el penal. El griterío y los abrazos de mujeres, abuelos, padres, niños y jóvenes se funden en uno solo, cuando Cuevas se puso frente al balón. El silencio se apodera de todos, el ex volante de la Unión toma vuelo y… envía el balón al público. El golpe fue gigante y con ello lo del segundo tiempo, simplemente sufrimiento. Dinamarca 1 - Perú 0.
"Se adelantó el invierno", me cuenta la muchacha que vende diarios en un quiosco de San Borja, bajo un cielo nublado, con una pequeña llovizna y una intensa humedad. Mientras la prensa se esperanza en el segundo partido ante los franceses, la gente disfruta desde la mañana los cotejos mundialistas.
Para el almuerzo es una cita obligada ver el partido de las 13.00 horas en mesas compartidas de pequeños locales, donde por 8 soles ($1.500 pesos chilenos) se puede comer una sopa del día, un ceviche de entrada o una tortilla de verduras, acompañado de un plato de fondo, donde la oferta es variada, pero que el seco de cordero, pollo frito con maní o el chicharrón de pescado asoman como alternativas.
Jueves 21 de junio. Los más esperanzados limeños afirman que superarían a Francia, como México lo había hecho con Alemania. Por ello, miles de peruanos con la camiseta puesta se acercaron a las dos pantallas gigantes que el municipio de Lima habilitó en la Plaza Mayor. La historia fue similar que el primer cotejo. Incesantes, pero desordenados ataques de la albirroja que no se convertían en gol en la cancha de Ekaterimburgo.
A unas pocas cuadras del corazón de la capital peruana, dos locales perfectos para ver fútbol. El Rincón Cervecero y el bar Estadio se repletan desde las 10 de la mañana, con la fe intacta de llegar con esperanza al partido del próximo martes frente a Australia. Pero Francia no quería y Perú no pudo: 1-0 para los galos.
Con el pitazo final, la ciudad de los bocinazos por un momento se silenció. Eliminados antes de los esperado, se presentía una desazón que se podría prolongar por horas. Pero las limeñas y limeños, frente a sus televisores, se pusieron a aplaudir orgullosos a su selección.
"Estamos de vuelta. De aquí nos vamos para arriba. Podemos enfrentar a las mejores selecciones del mundo de igual a igual y eso no pasaba hace muuuucho tiempo por acá", confiesa el taxista que se despide con una sonrisa, un bocinazo y un "vamos Perú, a ver si contra Australia volvemos a gritar gol en un Mundial, pe".