La casa de los Reyes-Álvarez está en el corazón de Recoleta. Mide 30 metros cuadrados y tiene sólo dos piezas. Una la utilizan como cocina y living comedor. La otra tiene una cama de plaza y media y un camarote. Allí duermen Susana, Jorge y sus cuatro hijos.
En el patio hay un horno de barro que Susana usa para cocinar cuando se le acaba el gas, y para hacer empanaditas y pastel de choclo, que vende cuando las vacas están más flacas que de costumbre.
Ayer fue un día distinto en la rutina de Susana y Jorge. Como beneficiarios del bono de ingreso ético familiar (empezaron con 35 lucas), el Presidente Sebastián Piñera escogió su palacete para explicar este beneficio y tomar desayuno.
Los Reyes-Álvarez pusieron una mesa larga en el patio, con un mantel y tazas que distaban mucho del resto de la decoración.
Mucho jamón de pierna, queso, dos pailas con huevo, un lote de galletas, harto pan y café. Era la tremenda oferta para Don Tatán.
A la mesa se sentaron los dueños de casa y sus dos hijas más pequeñas, Susana y Variña, junto al ministro Felipe Kast y la alcaldesa de Recoletita, Sol Letelier.
Los hijos mayores no participaron, porque fueron al colegio, uno de los requisitos para recibir el beneficio.
El Mandatario andaba con el manso diente y no lo ocultó. "Mi señora no me prepara el desayuno y yo no sé hacerlo", dijo con humor.
Cerca de las 11.15 de la madrugada, se tomó un café cortado y se comió ¡3 panes! Pese a ser zurdo, a cada uno les esparció mantequilla hábilmente con la mano derecha. Era que no.
Susana agarró tanta confianza con el Presidente, que cuando él dijo "la relación de pareja está llena de altibajos", ella le echó la talla y le respondió "sí, pues, a algunos no les dan ni desayuno".