El pintoso del infierno

Ted Bundy es uno de los asesinos en serie más conocidos de la historia reciente. El carismático estudiante de Derecho ultimó a más de 30 mujeres y fue sentenciado a pena de muerte.

Sentado en el banquillo de los acusados, el asesino Ted Bundy observa con risa burlona a una decena de admiradoras que lo miran como si se tratara de una estrella de rock antes de subir al escenario.

El hombre es un maldito, todos lo saben, pero su pinta de galán de Hollywood lo ha convertido en una figura mediática de Estados Unidos. Tanto que sus seguidoras no reparan en que el animal (con respeto a los animales), sólo logra llegar al clímax cuando agrede a una mujer. Ya ha matado a varias y lo volverá a hacer cada vez que vuelva a las calles.

Es que en rigor dentro de Ted sólo existe odio para el sexo opuesto. De su niñez se sabe poco. Se conoce que vino de una familia cristiana, que tenía conductas extrañas y que a los 15 años entró a la vida delictual.

Ya crecido, el joven scout se transformó en estudiante de Derecho y militante republicano. Un estilo de vida que le permitió ocultar su verdadera cara.

Siempre con problemas para enganchar con el resto, vio cómo todo se quebraba cuando su primera polola decidió terminar la relación con él, al tiempo que el hombre descubría que toda su vida le había dicho mamá a su abuela, y hermana a su madre.

Lejos de mostrarse derrumbado, desde esa ocasión la actitud del retraído Bundy cambió y se convirtió en un galán imprevisible, que incluso trabajó en la línea telefónica para evitar suicidios, y que sólo mostró sus cartas a los 28 años, cuando logró reconquistar a su primera pareja con el único objetivo de terminar con ella poco antes de llegar al altar.

Tras cumplir esa promesa, a inicios de 1974, el tranquilo y callado estudiante comenzó una ola de ataques que se extendió durante 5 años por 5 estados del país.

Buscaba mujeres jóvenes, de mediana estatura y pelo largo con partidura al medio, las mismas características de su ex prometida.

Sólo en sus primeros 6 meses de ataques, asesinó a 8 universitarias en Utah, Oregon y Washington. La lista siguió creciendo, con un terrible receso: fue arrestado por el asesinato de una niña de 12 años, sin embargo fue liberado por falta de mérito, dando espacio a más asesinatos, y luego, ya condenado, el infeliz logró fugarse en dos ocasiones de la cárcel, solo para seguir matando más mujeres en las calles.

Sus crímenes siempre fueron terribles, sanguinarios. El mismo año 74 llegó a matar a dos mujeres en menos de una hora, siempre ocupando triquiñuelas como hacerse pasar por cojo o minusválido para pedir ayuda.

Tan enfermo resultó ser Bundy, que si las mujeres lograban sobrevivir a su primer ataque, las violaba incluso muertas. Peor aún, existieron casos en que regresó al lugar del crimen sólo para volver a tener sexo con el cadáver en descomposición.

En 1979 terminó por confesar más de 35 asesinatos a mujeres, todo para que la madrugada del 24 de enero de 1989 recibiera más de 2 mil voltios en su cuerpo y se fuera derechito al infierno tras 10 años en cana.

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