Las historias tras el portal de los fantasmas en Santiago

Era el trabajo ideal para Víctor, recién llegado de Argentina con muy poca plata en los bolsillos y muchos años por delante. Se arrimó a la puerta de Compañía 960 y preguntó por pega. Su hablar, su buena pinta y el cancherismo típico del otro lado de la cordillera le hicieron fácil la tarea y se consiguió el trabajo de nochero y ascensorista.

Lo que no sabía es que el edificio con ese número correspondía al Portal Fernández Concha, que desde 1870 se yergue en el centro de Santiago, mirando la Plaza de Armas, y que está plagado de hechos sobrenaturales, de esos que recuerdan al Hotel Overlook del libro y la película "El Resplandor".

"El joven argentino estuvo tres semanas de noche hasta que me dijo que no iba más, que estaba muerto de susto", recuerda Liliana Contreras, administradora del inmueble, donde moran 2.500 almas en sus respectivos cuerpos y otras tantas incorpóreas. Precisamente dos almas lo tenían mal.

"Él me dijo que en el quinto piso se subieron una niñita de unos 10 años y un niñito más chico. Entendió que los bajaba al primer piso y cuando llegó y abrió la puerta para que salieran del ascensor... ¡no había nadie!", relata Liliana. Incidentes similares con los misteriosos pequeños se repitieron en toda su estadía y fue mucho. "Se largó. No aguantó más y ahora está feliz, tiene un buen empleo, se casó y es padre de familia", remata la administradora.

Fantasmas captados por cámaras

Pero no son las historias de otros las que tiene en mente Liliana. No. Ella ha vivido las propias. Estaba pasando por un período depresivo de su vida. Se sentía mal, inquieta, el desasosiego la tenía baja. Una tarde, en su departamento del sexto piso, al mirar hacia la terraza vio a alguien, una sombra, se le erizó la piel y estaba segura de que una entidad especial estaba ahí.

"Era un hombre delgado, vestido de oscuro y de sombrero antiguo, lo vi y lo sentí varias veces", recuerda. Entra al departamento Osvaldo López, su marido, y ella le dice que hay alguien en la terraza, pero si quiere verlo, que lo haga de soslayo, no directamente. "Ahí estaba, lo vi y lo seguimos viendo", cuenta el hombre. Liliana decidió encararlo, pero con astucia: "Tú eres el más antiguo, todo esto es tuyo, no te vamos a molestar". Y resultó, hasta ahora él no se le ha presentado. Pero a otros sí...

Hace unos meses un residente peruano se hizo notorio por maltratar a su mujer. Una noche llegaba a la puerta de su departamento visiblemente mareado por el alcohol y en sus rondas virtuales de seguridad, Liliana lo vio por las cámaras.

"De pronto su ropa se estiró como si lo tironearan, él tiró unos manotazos, pero se tambaleó como si alguien invisible lo golpeara y muy fuerte. El tipo cayó y a duras penas entró a su departamento. Ese fue el último día que estuvo, se fue y dijo que este lugar estaba maldito".

Quienes han observado las pantallas de las cámaras de circuito cerrado también han visto la sombra del flautista Alberto Harms. "Él vivió aquí muchos años y tras irse siempre quiso volver. 'Quiero vivir ahí de nuevo', me decía. Pero murió en otra parte y regresó. Aún se ve su sombra y se escucha su flauta, la misma con la que les tocaba a los niños fantasmas, en la sala de eventos", cuenta Liliana.

Unos vuelven después de muertos, otros son echados por los fantasmas. "Si te portas mal con los otros habitantes de este edificio, ellos mismos te sacan. Así es acá", finaliza Liliana.

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