La "psicosis" colapsó ferias, cajeros y bencineras

Durante todo el día hubo filas eternas para llenar el estanque del auto, manejar dinero en efectivo y surtir la despensa, por miedo al desabastecimiento.

La imagen era surrealista, cruda, casi como de los ochenta. Debido al caos en Santiago, las restricciones para desplazarse, el saqueo de supermercados, incendios y la escasez de transporte público, la gente se volcó al comercio habilitado para abastecerse pensando en los próximos días, lo que hizo colapsar los locales.

Si bien la noche del sábado, cuando se anunció el toque de queda, las personas hicieron fila principalmente en las botillerías, ayer esto se replicó en otras áreas, destacando el taco en las bencineras, donde en algunos casos hubo esperas por más de una hora para llenar el estanque.

Los usurarios, al ser consultados, argumentaron que esto se debe al temor por desabastecimiento futuro y a la "obligación" de ir en auto a trabajar, debido al cierre del Metro y a la inestabilidad del Transantiago. Y atención, que esto se repitió en otras regiones.

La despensa

La histeria colectiva ayer también quedó reflejada en los cajeros automáticos (para disponer de efectivo en caso de emergencia) y los negocios de barrio, donde lo más requerido fue el pan, harina, leche, arroz, fideos, colados, pañales y útiles de aseo. Algunos, incluso, tuvieron que cerrar sus puertas antes de lo estipulado por escasez de mercadería.

En los sectores más populares, en tanto, la solución estuvo en las ferias libres, que no solo ofrece verduras y frutas, sino también vestuario, alimentos para la despensa, medicamentos, muebles y herramientas, y ni hablar de los cachureos en la cola. Todo eso, por cierto, a un precio más barato.

Otra alternativa en la misma línea entregó La Vega Central, en Recoleta, que ayer abrió sus puertas (con más de mil locales) hasta las 15.00 horas, pero que colapsó debido a la alta demanda. ¿Lo más requerido? Harina y levadura.

La imagen curiosa de la jornada se vivió en locales de comida rápida, los que cerraron sus puertas al público, pero que de todas maneras funcionaron a través de las aplicaciones de comida a domicilio.

Así, resultó común ver a civiles, sobre todo extranjeros, en sus motos y bicicletas esperando achoclonados la preparación de los "combos" para salir a repartirlos por la ciudad.

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