Partió aplicándose terapéuticamente para apaciguar dolores, pero con los años se ha producido de manera ilícita para su uso “recreativo”, siendo altamente adictiva.
El pasado sábado 28 de octubre, la Fiscalía confirmó que un argentino intentó ingresar a Chile por La Araucanía portando tres frascos con tres frascos de fentanilo, conocida como “droga zombie”, por el comportamiento que causa en sus consumidores, a quienes el cuerpo se les languidece, encorvan y entran en un estado de adormecimiento bajo su efecto.
Ante esa situación, un par de diputados UDI, Marta Bravo y Daniel Lilayu, llamó al Ministerio de Salud a iniciar una campaña para evitar que esta sustancia ingrese y se propague en el país.
Se estima que este potente analgésico opioide sintético —el mismo que le quitó la vida al músico Prince en 2016— llega a ser hasta 50 veces más fuerte que la heroína, y 100 veces más que la morfina, según National Institute on Drug Abuse (NIDA).
En Chile no se ha desatado el drama, aunque ya desde el 2018 se han registrado decomisos de esta sustancia.
Sin embargo, hace ya buen rato, desde el 2021, Estados Unidos (seguido por otros países como Alemania y España) se ha visto azotado por una epidemia de sobredosis a causa de este fármaco desarrollado durante la década de los 70 como una alternativa más poderosa y segura para paliar dolores intensos, desde lesiones profundas, golpes, hasta cuidados paliativos.
Sus efectos
Para su uso farmacéutico, se lo suele administrar vía inyecciones, pastillas, tabletas o parches transdérmicos por la orden de médicos que cuenten con el permiso para recetarlo. En tanto, de manera ilícita es vendido en polvo, pastillas, en forma líquida, goteros o gotas aplicadas sobre papel.
En EE.UU., se ha dejado de lado el uso de heroína o morfina por la “droga zombie”, principalmente por “la potencia que tiene, porque tiene un efecto que empieza a los 10 o 12 minutos y puede dura dos o tres horas”, explicó Cristian Camargo, director del Laboratorio Doping de la Facultad de Ciencias Químicas y Farmacéuticas de la U. de Chile.
El fentanilo ingresa rápidamente por la sangre para llegar al sistema nervioso, donde se encuentran los receptores opiáceos, adhiriéndose a estos, por lo que ralentiza su actividad y disminuye las recepción de neurotransmisores que transportan el dolor, lo que inhibe dicha sensación. “Produce desentendimiento, sedación, aletargamiento y una sensación de bienestar”, aseguró el químico Valentín Islas a El País.
También, según el propio NIDA, genera sensaciones de euforia, intensa felicidad y confusión como efectos propios del fentanilo.
“En un primer momento, la persona siente una felicidad inmensa, se siente súper feliz, luego tiene una sensación de bienestar, pero termina después de dos horas con aletargamiento, confusión y sedación”, describió Camargo.
Esta misma potencia también ha generado que, por ejemplo, en el país gringo se ha vuelto una de las principales causas de muerte, siendo responsable de un tercio de las muertes entre los estadounidenses de 25 a 34 años en 2022, según consignó The New York Times. Aquel escenario ha llevado a declaraciones como la de Nikki Haley, exgobernadora de Carolina del Sur, quien aseguró que esta droga ha matado a más estadounidenses que las guerras de Vietnam, Irak y Afganistán juntas.
Sucede que el fentanilo, en situaciones terapéuticas, se usa en dosis controladas. Sin embargo, cuando se trata de su comercio ilegal, se desconocen tanto las dosis como las sustancias que se utilizaron para su preparación. Y el riesgo es mayor si se intenta potenciar sus efectos con heroína o cocaína.
Al menos en suelo norteamericano, la mayor parte del fentanilo que se consume proviene del que es fabricado en laboratorios clandestinos en México, con materia prima que llegaría desde China. Vestidos con trajes de protección a lo “Breaking Bad”, se mezclan a altas temperaturas cloro, acetato, opio y “precursor de fentanilo”, según reportó durante el 2020 en un reportaje de Univisión.
Peligro de sobredosis
Dos miligramos de fentanilo son suficientes para, eventualmente, convertirse en una dosis letal para la mayoría de las personas, ya que interrumpe ciertas actividades motoras básicas, en especial las relacionadas con la respiración. Las neuronas en el encéfalo a cargo de estas funciones disminuyen y la actividad se deprime.
“Eso significa que los movimientos respiratorios van disminuyendo, se van alentando”, explicó Islas, generando un estado de somnolencia y debilidad y deficiencias en el aparato cardiovascular. “Produce una depresión respiratoria, después sigue el paro cardíaco y finalmente, la muerte”, precisó al citado medio.
Así, en esa línea, los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC), indican que los síntomas más comunes de una sobredosis son una respiración lenta, pupilas contraídas o atragantamientos a medida que disminuye el paso de aire. En ocasiones, la persona intoxicada se queda dormida o pierde el conocimiento, mientras su piel empieza a sentirse fría, húmeda, pegajosa y descolorida, sobre todo en labios y uñas.
La propia institución, ante en estos casos, recomienda intentar mantener despierto y de costado al intoxicado, y llamar a emergencias. Ahí se utiliza naloxona, medicamento que inhibe los efectos de los opiáceos, ya que los remueve de los receptores bloqueados, tras ser aplicado por vía intravenosa o spray intranasal, permitiendo que la respiración se recupere en alrededor de tres minutos, si es que se aplica a tiempo, siendo considerado un verdadero “salvavidas”.
Eso sí, hasta sólo puede ser una salvación pasajera, ya que se le considera una droga bastante adictiva. Carlos Ibáñez, jefe de la Unidad de Adicciones de la Clínica Psiquiátrica de la U. de Chile, advirtió que “cuando hay una adicción ya instalada, el consumo, por un lado, ya es automático, no es reflexivo, es más una especie de conducta que no es voluntaria, sino que es automática; y por otro lado, está motivado no por el pasarlo bien, sino para dejar de pasarlo mal”.
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