Qué es el Tren de Aragua y por qué supone una amenaza para Chile

A la derecha, el líder de la agrupación criminal.

Liderados por el Niño Guerrero, criminal que cumple una condena de diecisiete años con base en tráfico de drogas y homicidios, la agrupación venezolana está desplegada en varios países de la región. Chile, claro, es uno de ellos, y aparentemente, pese a la captura de uno de sus cabecillas, lo será por un tiempo. Aquí, el origen del Tren de Aragua.

Formalmente fue concebido, en 1982, como el Centro Penitenciario de Aragua, pero ya prácticamente nadie lo llama así. Más reputado es su rebautizo: Tocorón, nombre que toma prestado del pueblo donde se ubica, y que desde luego es distinguido como el centro de operaciones del Tren de Aragua.

En principio, el penal fue construido con la misión de albergar a 750 reclusos, aunque ese número con el tiempo se quedó corto. Actualmente se estima que son casi cinco mil los presos. Como ocurre en todas las cárceles venezolanas, su seguridad interna depende de funcionarios del Ministerio de Servicio Penitenciario, mientras que la Guardia Nacional Bolivariana se hace cargo de la seguridad externa.

De todos modos, informar sobre eso se trata de una formalidad, acaso un compromiso. Hace ya un tiempo largo que el Estado de Venezuela perdió el control sobre Tocorón. Es más, según la investigación que llevó adelante la periodista Ronna Rísquez sobre este bullado caso, “al menos ocho de los cincuenta y tres penales venezolanos son controlados por los pranes”.

¿Qué son los pranes?, se preguntará. Una alusión al acrónimo de preso rematado, asesino nato.

Y al interior de Tocorón, claro, un grupo de esta clase está al mando. Se trata del Tren de Aragua, título que de lo más bien podría funcionar como nombre artístico pero que, cada tanto, reaparece en las principales portadas del país acompañado de algún acto delictivo. En esencia son una banda que presume un nutrido historial de secuestros, tráfico de migrantes, sicariato, lavado de dinero y narcotráfico, teniendo extensiones en Brasil, Colombia, Perú, Ecuador, Bolivia y Chile.

El libro de Ronna Rísquez

Concretamente, sus líderes operan desde las inmediaciones de la célebre prisión, que parece de todo menos prisión: adentro hay una piscina, cajeros automáticos, casino, una discoteca, incluso un parque infantil. Es un lugar hecho a la medida de los criminales, describe Rísquez en su libro.

Allí, en su celda privada, Héctor Rusthenford Guerrero, también conocido como Niño Guerrero, es el encargado de tomar cada una de las decisiones, mientras cumple una condena que asciende a diecisiete años por tráfico de drogas y homicidios. Debajo de él, toma lugar una entramada red jerárquica que incluye jefes de plaza, cobradores, administradores. Y más abajo, quienes hacen el trabajo más sucio: los sicarios. Los encargados de pegar, amedrentar y matar según sea necesario.

“¿Quién le ofrece trabajo a un exconvicto?”, se cuestiona Ronna Rísquez, a punto de revelar el modus operandi de la agrupación. “Bueno, es allí, en ese otro bache del Estado y de la sociedad, en el que los papás del Tren de Aragua encontraron una cantera para reclutar mano de obra que necesitan para sus operaciones en Venezuela y el exterior”.

El líder, Niño Guerrero.

El Tren de Aragua en Chile

Es difícil establecer una relación precisa de los hechos, pero todo apunta a 2017 como una fecha crucial para entender cómo se dio inicio a la expansión del Tren de Aragua por el resto de países de la región.

Para la periodista, “fue el año de mayor conflictividad política, social y económica de Venezuela, y cuando comenzó la tercera gran ola migratoria”, de modo que “en su internacionalización, la megabanda siguió la ruta de los migrantes venezolanos”.

En resumidas cuentas, Ronna Rísquez enumera como pilares de su propagación el deterioro financiero que exhibe sostenidamente Venezuela a partir de 2013, la migración masiva de sus compatriotas y, más bien, “las equivocadas políticas penitenciarias y de seguridad del Gobierno”.

Dicho de otra forma, el Tren de Aragua aterrizó en nuestro país como resultado del poco empleo disponible en sus tierras.

El Tren de Aragua en Concepción. Foto: Sebastián Villarroel / Agencia Uno.

La autora de la investigación menciona, en ese apartado, que las operaciones de la banda en Chile ocurrieron primeramente en Colchane. De hecho, a su juicio, los venezolanos que cruzan la frontera de entre Pisiga en Bolivia y Chile son todavía los más propensos a padecer el Tren.

Para entenderlo: en principio, los criminales —que destacaban por su poder de fuego, los misiles que ostentaban— obligaban a los migrantes a ingresar ketamina al país, componente clave para elaborar tusi, esa droga que apodan la cocaína rosada. Por otro lado, a las mujeres las forzaron a prostituirse en el país.

En efecto, traían mujeres de 18 a 20 años hasta el norte chileno, las ubicaban en diversos departamentos y las dejaban allí, prostituyéndose bajo amenaza. “Les dicen que su traslado a Chile costó tres o cuatro millones de pesos”, y que estarán bajo su tutela hasta que cancelen esa deuda.

Las operaciones de trata, puntualiza Rísquez respaldada por un informe, le dotarían más de 37 mil dólares a la organización por cada plaza. Y eso apenas mensualmente.

De todos modos, no todo ha sido tan sencillo para los de Tocorón en nuestro país. Persiguiendo el rastro de la ketamina, en marzo de 2022 las autoridades dieron con el paradero de Carlos González Vaca, o Estrella, líder del brazo armado del Tren de Aragua en Chile, a las órdenes de Niño Guerrero.

El manejo de las finanzas

Una de las mayores interrogantes en este caso apunta a la gestión del dinero.

¿Cómo es que un grupo tan peligroso, tan buscado, tan investigado, logra así y todo concretar sus operaciones sin demasiados inconvenientes?

La investigación de Rísquez ensaya una respuesta a partir de las pericias policiales: los integrantes del Tren de Aragua suelen transferir los montos de a poco, en cifras pequeñas que no superen los mil dólares, mediante colaboradores. Al margen, recurren a criptomonedas para blanquear dinero sucio y moverlo en cantidades mucho mayores.

¿Qué es lo que más preocupa, a estas alturas?

Para la periodista es lo siguiente: como en toda empresa, “si alguien ya no puede seguir trabajando, pues ponen a otro”. En resumen, hay Tren de Aragua para rato.

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