Quemó vivo a su amigote porque le robaba y le comía la color

"Parecía un fantasma, un demonio surgido de las llamas. Nos quedamos un instante congelados de terror, pero luego reaccionamos y nos lanzamos sobre el hombre y con tierra, ramas y lo que encontramos a mano lo apagamos".

"Estaba totalmente quemado, ya no le quedaba ropa, pero antes de perder el conocimiento alcanzó a decir estaba tomando con mis amigos y ellos me quemaron".

Cerca de las 02.30 horas del sábado, en el sector de Hijuelas Media Luna, Calera de Tango, Marcela Ortiz Herrera y Heraldo Díaz Huenumán salieron a la calle atraídos por un resplandor. Al fondo del callejón se había iniciado un incendio de pastizales, pero al llegar al lugar vieron salir de entre las llamas, convertido en una antorcha, a Jaime Esteban Tapia Morgado (19). El joven tenía el ciento por ciento de su cuerpo quemado y le quedaba poco de vida. Ocho horas después falleció en el Hospital Militar.

La dramática confesión realizada por Tapia mientras agonizaba movilizó a la policía, que no tardó en identificar a las dos personas que en la noche del viernes, tras buscar durante todo el día a Tapia, lo ubicaron en una plaza y lo hicieron subir a un auto Hyundai azul.

Ambos,  Francisco Javier González Guerra (23), comerciante, y Víctor Hugo Campos Arévalo (20), obrero de la construcción, fueron formalizados ayer por el delito de homicidio calificado con alevosía y ensañamiento.

Según confesó Víctor Campos Arévalo, sobre quien pesan dos órdenes de captura de los tribunales de Yumbel y Cabrero por abuso sexual de menor de 14 años y abuso sexual de mayor de 14 años, él nada sabía del plan que había urdido su amigo Francisco González para asesinar a Tapia, quien, según el presunto homicida, no sólo le robaba en su puesto dedicado a la venta de cidís piratas, sino que lo engañaba con su mujer.

Campos dice que esa noche, luego de embriagar a su víctima con cerveza y pisco, González compró un litro de bencina y luego condujo hacia el sector de Santa Inés, donde, dijo, conocía una casa de huifas donde pensaban pasarla bien. Al llegar al callejón antes indicado González y Tapia se bajaron a orinar. "Fue entonces cuando escuché disparos. Miré y vi que González lo apuñalaba y, luego de rociarlo con bencina, le prendió fuego. Entonces le dije me acabas de meter en un problema, amigo Pancho.

Manuel Vega O.

COMPARTIR NOTA