María del Pilar Pérez contrató a José Ruz en 2008 para matar a su ex esposo y su nueva pareja. Tras no levantar sospechas, repitió el plan con su cuñado, quien administraba la empresa familiar. Pero el sicario no logró su objetivo y terminó asesinando al pololo de su sobrina.
El odio acumulado por años convirtió a María del Pilar Pérez en un demonio. Con ojos cargados de rabia, la hija mayor del fallecido panadero José Pérez, observa desde el tercer piso de su casona en Seminario 95, cómo abajo, en la puerta del número 97, Belén Molina, hija de su hermana Gloria, intenta socorrer a su agónico pololo Diego Schmidt-Hebbel, herido a bala por un sicario.
Faltan 10 minutos para las 8:00 del martes 4 de noviembre de 2008, y en la transitada avenida de Providencia los desgarrados gritos de la joven odontóloga silencian el ruido de la ciudad, mientras su padre, Agustín Molina, persigue al delincuente José Ruz, administrador de un café con piernas de Santiago, que ese mismo año se había convertido en el asesino a sueldo de María del Pilar.
Desde su ventana, en un lujoso living, comprende que el plan para quedarse con todo había dado un vuelco producto de la inesperada valentía de un joven economista, que pese a estar herido impide el ingreso del mismo asesino que meses antes había liquidado a su ex esposo, Francisco Zamorano, y a su pareja, Héctor Arévalo.
Divididos
El 25 de octubre de 1947, Aurelia López, hija de inmigrantes argentinos, tenía 17 años cuando se casó con José Pérez, español de 36 años radicado en Chile. Tras la unión había un acuerdo de sociedad para crear la Panadería Seminario.
Pese a que la idea de José Pérez era trabajar en partes iguales, la caída de un pago que no recibió hizo que los padres de López se quedaran con el 70% del negocio y José sólo con un 30%, pero con la administración del local.
Tras la muerte del padre de Aurelia, comenzaron los problemas. Primero, la suegra y luego la esposa tomaron el control, dejando a José en el rol de padre menoscabado.
En el intertanto nacieron Pilar, Magdalena y Gloria, generando dos bandos. Uno compuesto por el gallego y su hija regalona. Y otro integrado por la abuela, la madre y las otras dos hijas.
Herencia
En 1978, Pilar se casó con el arquitecto Francisco Zamorano, a quien pretendía ubicar como sucesor de su padre. Sin embargo, en los años 80 el español Agustín Molina entró a la familia al casarse con Gloria, y Aurelia le cedió la administración.
Pilar ya era una enemiga declarada del resto de la familia y su carácter se había vuelto incontrolable, en especial tras su divorcio en 1995, cuando con dos hijos, su esposo le confesó que era homosexual.
La crisis familiar se ahondó tras conocerse que el padre dejó la mayor parte de su herencia a Pilar. Así se dividieron las propiedades, incluyendo las de Seminario 95 y 97. La arquitecta se fue quedando sola. La última persona que la quería, su hijo Juan José, la dejó de ver el 2007 luego de que Pilar empujara por la escalera a su novia.
Año fatal
Así llegó el 2008. Con el odio cocinado a fuego lento, Pérez conoció a Ruz en su rol de arquitecta, pues le encargaron remodelar el café con piernas. No tardó en ofrecerle $3 millones por matar a Zamorano y su pareja. El sicario mandó a forjar una pistola no inscrita y con silenciador para llevar a cabo el asesinato el 23 de abril. El contexto hizo que la policía siguiera las pistas de un ataque pasional.
La impunidad provocó una segunda propuesta de María del Pilar. Le entregó a Ruz los planos y los datos de movimientos en la casona de Seminario 97, para que matara a su madre, su cuñado, su hermana y su sobrina, en el único momento en que la puerta blindada de la casa era permeable: cuando Diego pasaba a buscar a Belén.
Tras el errático actuar de Ruz, la PDI no tardó en apresarlo ese misma noche. El fiscal interrogó a Pérez, quien había ingerido pastillas con el fin de suicidarse. La prensa la llamó "La Quintrala".
En enero de 2011, Pilar fue condenada a cadena perpetua y al embargo de sus bienes, incluyendo la mentada casona de Seminario 97.
Pese a que Belén logró reconstruir su vida y se casó el 2013, nunca ha dejado de celebrar el cumpleaños de Diego cada 18 de enero junto a su familia. Le llama "el ángel que nos salvó". Y tiene razón.