Con sus diferencias, ambos espacios populares lograron ser reconocidos como manifestación oficial de lo patriótico.
Las ramadas y fondas. Clásicos de las Fiestas Patrias cuyo origen está ligado al campo y lo popular.
Ya desde el Siglo XVI, en plena época colonial, miembros de los sectores rurales que migraron a la ciudad encontraron en estos lugares las instancias para celebrar distintas fiestas a lo largo del año.
En tanto, las élites económicas y políticas de la época miraban con recelo los festejos que, por décadas, fueron catalogadas de "incivilizados".
En 1836, el entonces Ministro del Interior, Diego Portales, advirtió a las autoridades regionales sobre el peligro de estos festejos. Mediante una circular, justificó su prohibición al definirlas como "un aliciente poderoso a ciertas clases del pueblo, para que se entreguen a los vicios más torpes y a los desórdenes más escandalosos y perjudiciales".
Eso sí, lo dictado por Portales ni siquiera habría sido respetado por él: conocida era su afición por estas fiestas.
Mucho más férreo en su oposición a las fondas y ramadas resultó ser el filósofo y senador Andrés Bello, quien las describió en "El Araucano" como un lugar donde conviven "movimientos voluptuosos, canciones lascivas y los dicharachos insolentes que hieren con vehemencia los sentidos".
RAMADAS Y FONDAS
La gran diferencia que se identifica entre una ramada y una fonda son sus materiales de construcción.
Mientras que las ramadas están hechas de palos y ramas de árboles, las fondas gozan de una estructura sólida, de madera o adobe. Incluso podían hospedar a personas.
Ambos espacios populares sobrevivieron a la crítica y se ganaron un carácter institucional al ser consideradas como manifestación oficial de la identidad patria.