Como los cabros de 18 años que son llamados a hacer el Servicio Militar, mi editor me propuso ponerme el uniforme una semana y unirme a los ensayos de la Parada. Yo aperré con una de las experiencias más emocionantes y desconocidas para los civiles que, año a año, ven por sus pantallas la celebración a las Glorias del Ejército...y así resultó.
El uniforme
Todo comenzó ese viernes, cuando a eso de las dos de la tarde llegué al Regimiento de Infantería Buin de Recoleta, el más antiguo de Chile, a recibir el uniforme. Guiada por el Mayor Ortiz, conocí la que sería mi percha de los próximos días. La tenida de combate era más que una chaqueta y un pantalón. Había que usar polera, abrochar blusa, bajar cuello, poner parches, abrochar arnés, para abajo seguir con el pantalón, amarrar, usar liga para ajustar y poner bototos. Pensé que había entendido todo, pero la vez siguiente caché que no había comprendido bien.
Mi primera vez
A las 04:30 am sonaba mi despertador, para levantarme a una hora en la que otros fines de semana me voy acostando. Llegué a ducha como zombie y luego me puse el uniforme pa' llegar al regimiento a las 6 de la matina en punto.¡Uf!
Una vez allá, me uní al resto del pelotón para formar filas y retirar armamento. Con el fusil en la mano me creía la hermanita de Rambo. Claro que la cosa pesaba 5 kilos. Al escuchar el vocablo militar me sentí más enredada que moño de vieja. Más tarde el Teniente Cornejo me diría "tiene que aprender en un día lo que se aprende en tres meses". Cada militar tiene un grado, algo desconocido para que los únicos grados que conocía eran los de 35 y de 40 de mis piscolas. El atado es que además había que aprender a marchar, seguir órdenes, tomar el fusil y ejecutar el paso regular, levantando la pierna a 45º del suelo.
Nos fuimos a la elipse del Parque O'Higgins. Ensayamos 5 veces en la mañana, almorcé una colación de dos panes, galletas, una bebida y una naranja. Luego, se sumaron 3 nuevos ensayos. Me llevé el primer reto por no romper filas. Al reírme en la fila de puros nervios un mayor me la tiró: "¡después me cuenta el chiste!", me dijo. Más tarde hablamos en buena onda, pero al momento de la pará de carro fue con grito incluido.
Al retirarnos nos subimos al bus, donde me cacharon durmiendo con la boca abierta. A las 19.00 salí del regimiento y a las 20.00 horas estaba en la cama en mi casa, parecía caída en batalla.
Cagó pedna
A las 4:30 am el reloj desafiaba mi estado físico. Con la moral por los aires, pero con el aguante corporal por el suelo sumé otro día de ensayo. Todo iba bien. Seguía pulento las órdenes y no me descoordinaba. Apoyada por mis camaradas Catalán, Verdugo y Onetto juraba que estaba lista para que me pusieran medallas. La cosa es que, en la tarde la mi tobillo derecho comenzó a sentir dolor, lo que se tradujo en cinco palabras para el alférez Fernández, kinesiólogo del regimiento: "Inflamación del tendón tibial anterior", para mi eran sólo tres palabras "cagó a pedna". Con los cuidados y preocupación que me fueron prestados, me sentía bastante mejor para el último ensayo.
Última pasá antes de...
El jueves, luego del tratamiento a mi patita, comencé mi última jornada preparatoria, esta vez en presencia del ministro de Defensa, José Antonio Gómez. Fue el momento de hacer las cosas bien y mostrar que todos los reservistas estábamos ahí entregando parte de nuestro tiempo y del espacio con nuestras familias por amor a la Patria. Terminamos a las 5 y ni me dolió la pierna.
El Día D
¡A salir del sobre! 6.30
A las 6.30 de la mañana sonó mi amigo el despertador. Salí de la camita con la guatita apretada por los nervios. Me había acostado a la 1.30 preparando la pega. Me duché y me demoré 10 minutos en ponerme el uniforme. ¡Corta!
Desayuno de campeones 7.15
Mi peor es ná, Alex, me preparó el desayuno. Para tener energía me tomé un té con pan con huevo y a la calle.
Llegada al regimiento 8.00
A las 8 entré al regimiento Buin. No pude evitar acordarme del esfuerzo, los condoros míos y la onda de los camaradas durante el proceso. La mayoría de ellos están casados y con hijos. De distintas profesiones, pero con la pasión de servir a Chile. Ellos esperan un año para que todo salga bien y pensaba que con una pifia mía en el desfile podía arruinar a todo el grupo.
Recordé el primer día cuando al aspirante a oficial de reserva Villa le tenía todas las botas pisadas, porque no sabía caminar bien. O cuando a alguien se le caía el fusil y el grito venía al toque: "¡Tiene que recogerlo con los dientes!". Luego, a las 9 en punto, retiramos el armamento.
Ceremonia y manye 9.30 a 12.00
El teniente coronel Sebastián García Huidobro nos habló en la ceremonia. Éramos más de 500 los uniformados del Buin y el Chacabuco. Nos dio la bienvenida y nos leyeron el saludo del general en jefe del Ejército, Humberto Oviedo. Luego cantamos los "Viejos Estandartes". El calor es horrible, pero a las 11.30 nos fuimos al rancho a comer tallarines con salsa, mote con ciruela y jugo. Me dieron ganas de ir a las casitas.
En bus a la Elipse y a esperar 13.30
A las 12.30 subimos al bus y escoltados por Carabineros nos fuimos hasta la Elipse del Parque O'Higgins. Ahí llegamos a las 13.30 horas y vino la parte más dura: la espera y los nervios hacían nata entre los uniformados.
Aperrar bajo 30 grados de calor 16.40
Llegó el momento esperado a las 16.40 y bajo 30 grados de temperatura. La emoción era única porque ésto es algo que pocos viven. ¡Misión cumplida!