Reportero pop se echó la gravedad al bolsillo

Tres días en la ciudad de Acapulco fueron suficientes para vivir la experiencia más extrema de mi vida como periodista y ser humano. La exhibición para la prensa de Red Bull Air Race, la competencia de motores más rápida del mundo, fue la ocasión perfecta para convertirme en piloto de carrera en aviones que alcanzan una velocidad de 350 km/h.

Uno de los máximos exponentes de este deporte es el chileno Cristian Bolton (42). El hombrón (ex piloto de la Fuerza Aérea y comandante de los Halcones) saca el caracho en la categoría Challenger y según los entendidos va derechito a convertirse en uno de los pilotos más importantes del mundo en la categoría Master.

Fue Bolton el encargado de darme un recorrido por los cielos de Acapulco en el avión de Red Bull: una nave pulenta para dos pasajeros que él domina a su antojo, pero que a mí me genera un pánico difícil de disimular. Sudo, pero siento la boca seca, por lo que tomo un sorbo de agua cada cuatro segundos. Tuve miedo, lo reconozco, pero nunca dudé en subirme y cumplir la misión que me encargaron.

Las advertencias del piloto chileno antes del vuelo son súper claras y la dice con un tono sereno, pero firme: “No toques los pedales, no interfieras en los controles, afírmate de los fierros que están a un costado de la nave. Aprieta el estómago y las nalgas cada vez que iniciemos una maniobra porque sentirás mucha presión en la cabeza. Si tenemos una emergencia debes accionar el paracaídas lo más rápido que puedas. Después de saber esto, ahora solo debes disfrutar”.

Pura adrenalina

El despegue es una contracción en la guata a 300 kilómetros por hora donde siento el poder de la gravedad. Mi cuerpo toma vida propia, mi cabeza se comprime en cada acrobacia por lo que Bolton me recomienda gritar y mirar el paisaje.

El vuelo invertido nos deja boca abajo con una postal inolvidable de la ciudad de Acapulco, el mismo balneario top de los ochenta y que ahora las autoridades tildaron como la ciudad más peligrosa de todo México, ya que se registran 5 muertos diarios por enfrentamientos entre carteles de drogas. Desde las alturas, con el poder de la fuerza G exprimiendo mi cuerpo y la adrenalina corriendo a full por mis venas, la ciudad parece una taza de leche.

Antes de finalizar la aventura, y después de varias acrobacias que no se comparan en lo más mínimo con los juegos de un parque de diversiones, Cristian Bolton me propone hacer un ascenso. La parte delantera de la nave queda mirando fijamente el sol y subimos a toda velocidad. Pasados unos segundos, nos detenemos con el infinito frente a nuestros ojos. Es solo un momento, un suspiro y el avión comienza a caer libremente hasta que Bolton decide que llegó la hora de estabilizarse y tocar tierra.

“Tú pega es maravillosa”, le digo a Bolton apenas tocamos la pista de aterrizaje del aeropuerto de Acapulco. “Me encanta lo que hago, me hace feliz”, responde el campeón nacional con la humildad de un deportista destacado, pero que no hace alarde de su talento.

“¿Sigues vivo, chilenox?x”, me pregunta el encargado de la seguridad apenas se abre la puerta de la nave de Red Bull. “Más que nunca”, le respondo con un grito de éxtasis. Siento los ojos llenos de lágrimas, por lo que trato de disimular la emoción frente a tanto experto que sólo hace su trabajo de forma perfecta.

Volví a tierra firme, entero y sin un rasguño. Le agradezco al piloto Cristian Bolton por su generosidad y profesionalismo. Nos fundimos en un abrazo. Para él fue un vuelo más, quizás un trámite laboral. Para mí, la experiencia más extrema en lo que va de mi vida.

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