Hace dos semanas Robin Hood Escalante Castillo (46) fue a comprar mercadería para su almacén en una distribuidora y un caballero con sobrepeso del mayorista, al cachar su nombre, lo llamó a todo chancho para burlarse. Al aludido no le gustó, se enojó y lo enfrentó desarmado.
''Le dije que yo no me burlaba de su peso y él no tenía por qué burlarse de mí'', contó el comerciante peruano radicado hace ocho años en Chile.
Igual ese mal rato es una excepción, porque generalmente la gente que descubre cómo se llama es simpática. Y a veces le trae beneficios como en la aduana, donde lo revisan poco porque los agentes se dedican más a celebrar la originalidad de su nombre.
Robin Hood contó que a su papá Guillermo le gustaba la historia y como su mamá era ''sumisa'' lo dejó bautizar a sus ocho hijos a quienes llamó: César Aníbal, Dilma Luz, Edith María, Esther, Julio César, Marco Polo, Robin Hood, y Luz María.
Si el inmigrante de la ciudad de Huaral hubiera podido elegir, se habría quedado sólo con el primer nombre, aunque hace unos años a él y a un amigo, de quien nunca se separaba, los bautizaron como ''Batman y Robin''. ¡Plop!
''En realidad, pude haberme cambiado el nombre, pero por amor a mi papá no lo hice. Además, sólo la gente que me conoce mejor sabe mi verdadera identidad'', aclaró el justiciero dueño de un almacén ubicado en Av. Matta con San Francisco.
Sobre el personaje británico que inspiró a su papá, el comerciante que llegó siguiendo los pasos de un familiar que se había radicado acá, dijo: ''Sé que intentaba hacer justicia con los pobres y yo por mi parte trato de ser justo''.
Desgraciadamente para el anecdotario nacional, a sus hijos no les puso Clark Kent, ni Freddy Turbina: uno se llama Daniel, mientras que Jonathan nos contó que está orgulloso de ser hijo de Robin Hood.
En Perú Robin Hood trabajó como taxista y soldador. Se vino a Chile porque su hermana necesitaba alguien de confianza para ayudarla a atender su almacén. En eso estuvo cuatro años y el 2011 juntó el dinero suficiente para instalar su propio negocio unos metros más allá.
Junto a su señora y a sus hijos se radicó en el país y cree que para siempre. De Perú lo que más echa de menos es la comida, porque ''aunque use los mismo ingredientes, exactamente iguales, jamás queda igual, es imposible'', se lamentó el almacenero que le vende a los ricos y le cobra menos a los pobres.