Llega un momento en la vida en que es el corazón el que manda, y ante eso no se puede hacer nada. Desde el más humilde hasta un rey, cualquiera se rinde ante Cupido cuando la flecha está bien lanzada y se clava en el centro del corazón.
Padres y madres de familia que lo han dejado todo por un nuevo amor, curas que han abandonado años dedicados a Dios por un nuevo latido y monarcas que se han peleado con toda su familia y hasta han renunciado a su poder para quedarse con ese amor prohibido, son sólo botones de muestra de lo que se puede arriesgar al momento de amar.
Algo así de extremo fue lo que pudo haber experimentado -en otra época, claro- el prícipe Harry, quien ya tiene todo listo para su boda con una mujer que no tiene sangre azul: Meghan Markle, actriz estadounidense.
A diferencia de su hermano William, quien sí se emparejó con una mujer de la dinastía, como la duquesa Catalina de Cambridge, el hijo menor de Lady Diana optó por una plebeya para llegar al altar, algo no muy bien visto, pero que ya se ha hecho más habitual y que, además, no sorprende, considerando la biografía del hombre de 33 años.
Claro que la osadía de Harry no rompe los cánones de la realeza, pues a su historia se anteceden varios capítulos sabrosos de otros príncipes y reyes que, literalemente, han perdido la corona por amor.
Tal vez el caso más emblemático, y que marcó un precedente histórico, además del de la princesa Margarita y su bullado matrimonio con el fotógrafo y cineasta inglés, Antony Armstrong-Jones, fue el de Eduardo VIII y Wallis Simpson, que fue la primera gran relación prohibida que causó un megasismo en la corona británica, durante la década del 30.
Sin importarle caer del trono, Eduardo VIII apostó por su mujer, norteamericana, dos veces divorciada, odiada por la corona y que le costó su poder.
Como este, son muchos más los capítulos que han formado una historia de riesgos y amores ilegales que son de interés de la gente, que siempre está al tanto de las monarquías y que acá revisaremos con detalle.
Cuentos de hadas de la vida real
- Wallis Simpson y Eduardo VIII de Gran Bretaña: el Rey que dejó el trono por amor. El 11 de diciembre de 1936, Eduardo VIII renunció al trono de Inglaterra porque "no podía asumir mis deberes de Rey sin la ayuda y el apoyo de la mujer que amo". Debido a que su amada Wallis Simpson se había divorciado dos veces, la monarquía británica la consideró inadecuada para casarse con el Rey. Un amor que pasó a la historia por el escándalo que causó y por el insuperable gesto de un rey enamorado.