El escándalo estalló en Australia y se convirtió en noticia mundial: El arzobispo de la sureña ciudad de Adelaida, Philip Wilson, se convirtió en el clérigo más alto de la iglesia católica mundial en ser condenado por la justicia.
Un tribunal australiano lo sentenció a 12 meses de prisión por encubrir los abusos sexuales de un sacerdote pederasta contra acólitos, en la década de los '70. ¿Le suena más o menos conocido? Es porque en este rincón del mundo también está pasando de todo y también algo similar.
A tanto llegó la indignación en Australia, que el Primer Ministro Malcolm Turnbull le pidió al Papa que destituyera al arzobispo. Un hombre de 67 años, que -según el propio tribunal- nunca mostró arrepentimiento o remordimiento alguno.
Y probablemente, no irá a la cárcel, porque la propia justicia está evaluando dejar a Philip Wilson con arresto domiciliario, pero esta ha sido una señal para el mundo entero.
El próximo 21 de agosto, el cardenal Ricardo Ezzati tendrá que acudir a declarar ante la Fiscalía de Rancagua como imputado y en calidad de encubridor de abusos sexuales contra niños. Y, antes de conocer el tenor de la defensa de Ezzati, el presidente Sebastián Piñera le habló con dureza.
En entrevista con Portavoz Noticias afirmó: "La Iglesia jamás debe encubrir ningún crimen. Y mucho menos si son crímenes tan graves como los abusos sexuales contra niños y niñas (...) Y mientras más alto es el poder y la autoridad, mayor es la responsabilidad ante la justicia".
No recuerdo a un Presidente de Chile enfrentando así a una alta autoridad eclesiástica. Al mismo personaje cuya mano debería estrechar en el Tedeum de septiembre.
Aunque con menos concurrencia, porque varias autoridades se niegan a asistir si Ezzati oficia nuevamente de dueño de casa. El cardenal ha sido puesto contra las cuerdas.
Los ojos están, entonces, puestos en el Papa Francisco. ¿En qué está? Firmando un libro con un cariñoso saludo al ex presidente de Brasil, Lula Da Silva, hoy preso por corrupción.
Y peor aún para Chile, Francisco tiene -hace 2 meses- la renuncia de todos los obispos chilenos en su mano, pero se ha empeñado en demorar las cosas. Lo suyo, son las vueltas. ¿Recuerda?
La ciudad de Osorno sufría por "tonta y por zurda". Eso respondía cuando le advertían que el obispo Juan Barros había sido amigo cercano de Karadima y encubridor de sus crímenes.
El Papa vino a Chile a decir que eran calumnias . No había pruebas. Pero de vuelta a Roma -en el avión- pidió disculpas, luego envió a Chile a Scicluna y Bertomeu, llamó al Vaticano a los obispos chilenos, los reprendió duramente y -ahora- guarda silencio. ¿Contó cuántas vueltas?
El Papa es el jefe del Estado Vaticano. Es poco común que otros jefes de Estado critiquen con tal dureza a altas autoridades eclesiásticas. Pero Francisco se sigue tomando su tiempo en decidir qué va a pasar con su iglesia en Chile.
En estos días, le preocupan las mujeres que se maquillan tanto. Sí, tal cual. Le indigna que las mujeres pasen "horas delante del espejo. NO es malo maquillarse -dice- pero no para parecer una diosa".
Mientras tanto, las renuncias de sus obispos siguen en sus manos. Ellos se reunieron en Punta de Tralca para analizar los abusos sexuales y planificar el futuro. Pero ninguno de ellos sabe si seguirá en el cargo.
Probablemente, se irán muchos o todos. ¿Será que el Papa no tiene suficientes reemplazantes? ¿Ordenará "intervenir" la iglesia católica chilena con una autoridad de su directa confianza?
Como sea, hoy la iglesia católica chilena ya no habla de los pobres ni de la fe, sólo habla de abusos sexuales.
Es que, claro, la Fiscalía dice que -desde el año 1960 hasta ahora, 158 religiosos han sido investigados. El asunto es grave y apremiante, pero el Papa critica el maquillaje. ¿Quién maquilla mejor y se toma más tiempo? Un maquillaje de alta definición.