A veces, en un afán de ganar popularidad, ciertas personas intentan mostrar empatía. Dicen que solidarizan con los que sufren... Aunque no les conocen ni el nombre -ni mucho menos- saben de su vida ni lo que enfrentan día a día. Pero es -en realidad- una forma de mirarse el ombligo. Están pensando "Si le pasara a alguien de mi familia... Yo lo mato a palos. Por eso lo entiendo."
Así, con ese salvajismo que creíamos superado, juzgaron algunos el ataque dentro de la cárcel a dos ciudadanos ecuatorianos que mataron -a golpes- a una mujer trabajadora en el Barrio República de Santiago.
¿Es posible criticar a los asesinos, pero estar de acuerdo con actuar de la misma forma? "Es distinto", dirán. Porque alguien tiene que hacer justicia. Entonces volvemos a Babilonia: Siglo XVIII A.C. Código Hammurabi. Ley 195: "Si un hijo golpea al padre, se le cortarán las manos". Es la Ley del Talión. Etapa superada.
Y me hago cargo de lo que digo. No de lo que usted interpreta. Porque más de alguien estará diciendo: "Ah, está justificando a los asesinos. Aquí nadie hace justicia. Los jueces valen nada". No. Justicia es darle a cada uno lo que le corresponde.
Y estos asesinos de una trabajadora se merecen largos, largos años de cárcel. Lo que ocurre hoy -en Chile- es que pocos están preocupados de darle a cada uno lo que se merece.
Probablemente, por eso, algunos se "pasan de rosca" y justifican la llamada "Ley de la cárcel". Aquella que sentencia la suerte de quienes han cometido abusos sexuales y violaciones a sufrir crueles vejaciones detrás de las rejas. "Ahí en la cárcel las va a pagar todas", dicen. Y para que eso ocurra, hay gendarmes que hacen vista gorda y hay presos con celulares para grabar y luego, lucir orgullosos su acto de "justicia".
Y detrás de todo, está también la indignación de muchos por una justicia que llaman "garantista". El Gobierno pone el pie al acelerador y detiene a 16 mil personas en pocos días por delitos flagrantes o por órdenes de detención pendientes. Y los jueces se quejan del colapso que se va a generar en tribunales.
Entonces ¿Los dejamos libres? ¿Es mejor un delincuente suelto circulando por las calles? Mejor pidámosle a los jueces que digan -con todas sus letras- que las leyes son las garantistas, que tampoco avanzan al ritmo de los cambios sociales y -por lo tanto- hay trabajo pendiente en el Gobierno: para proponer mejores normas y fijar las urgencias. Y díganle también a los senadores y diputados que hagan su trabajo: legislar y rápido. El sueldo, sí... Aunque les molesta que se los digan, se los pagamos nosotros.
Aquí hay hartos que no han hecho su trabajo. "Cierto, hay que castigar la violencia en el pololeo", dicen. Después de crímenes atroces de los cuales ya perdimos la cuenta. "Hay que reformar el Sename".
Después de 1.313 niños y niñas muertas y miles de vulneraciones a sus derechos. "Hay que regular Uber", después de un conductor baleado en el Aeropuerto de Santiago... Y nada. Los ejemplos abundan.
¿Ojo por ojo, diente por diente? jamás. Ni por hacerse el más popular, ni el más cercano ni el más nada. No somos cavernícolas. Esto se trata, simplemente, de exigirle a cada uno que haga su trabajo. Si no... estoy gastando mis impuestos en gente inoperante. Así de claro.