Aunque se le da el peso de ramo ornamental, expertos explican los beneficios para los menores de un buen desarrollo en esta área, como lo hace Pulsarescuela.
Este fin de semana, los amantes de la música chilena se darán cita en la Estación Mapocho, para vibrar en la Feria Pulsar, que este 2018 festeja su novena edición. Claro que esta vez el foco no estará puesto sólo en los artistas, sino que en las nuevas generaciones.
Sí, pues niños y jóvenes serán los protagonistas del evento, principalmente gracias a la iniciativa Pulsarescuela, que este viernes reunirá a 800 estudiantes de diferentes establecimientos asociados a la Fundación Belén Educa, que participarán en los diversos talleres, clínicas y masterclass que se ofrecerán.
La idea es incentivar la apreciación, desarrollo y difusión de los intereses musicales de los estudiantes, para así profundizar el conocimiento de la creación de esta corriente artística, además de acercar a los adolescentes hacia la cultura, algo sumamente necesario y muy dejado de lado en nuestra sociedad y sistema educativo.
Necesidad con cara de hereje. Por generaciones, las clases de música en los establecimientos han tenido un sentido casi simbólico. Muchos simplemente las toman por cumplir, mientras que otros le dan el apelativo de "el ramo que sirve para mejorar el promedio".
Es esta visión simplista de la música como un actor relevante en la educación la que consterna a los especialistas, quienes piensan que no se le toma el peso correspondiente a este tipo de contenidos.
Así lo entiende Carlos Cisterna, encargado del área de música de la Fundación Belén Educa. "La música es un elemento de transformación social, por ser producto de un proceso cultural complejo. Al participar de experiencias sensoriales musicales, los estudiantes amplían sus horizontes mentales y se aplican en llevar lo aprendido a lo cotidiano. Resultado de eso es personas con un goce estético de la vida, es decir 'artistas' en todo lo que hagan o emprendan", dice el profesional, destacando la labor que en este sentido realiza Pulsarescuela.
Chile con nota roja. Para Paulo Barraza, Doctor en Psicología y Encargado del Laboratorio de Neurociencias, Cognición y Educación del CIAE-Universidad de Chile, "basta con contabilizar la cantidad de horas dedicadas a la entrega de contenidos lingüísticos y matemáticos, en desmedro del desarrollo de habilidades musicales, para confirmar la calidad de disciplina 'ornamental' que tiene la música en nuestro sistema educativo", dejando en evidencia que la asignatura tiene esa etiqueta de "por cumplir" en las mallas.
Según Barraza, lo más preocupante es que las sociedades del primer mundo apuntan en una dirección muy distinta. "Este aparente desprecio por la música en la educación chilena contrasta con iniciativas como las del gobierno suizo, que en 2012 aprobó una modificación constitucional para reforzar la formación musical en la educación básica", aporta.
Proyecto sólido
Además de Pulsarescuela, hay otro espacio donde la educación basada en una enseñanza musical sólida ha tenido grandes resultados. Se trata del Colegio Artístico Sol del Illimani, donde son los miembros del grupo Inti-Illimani quienes ejercen el rol de monitores.
Desde el vamos de este proyecto en conjunto con el municipio de La Florida, la experiencia ha sido fantástica. "Hemos visto cómo el rigor y la disciplina que implica el aprendizaje de un instrumento, cuando se conjugan con la creatividad de desarrollarse en la música, les sirve a los muchachos en un alza de rendimiento en el resto de las asignaturas", destaca Daniel Cantillana, miembro de la agrupación nacional y profesor de violín en el establecimiento.