"Me costó nadar, pero salí. Después de esa noche ahora me conocen como la Sirenita de Tumbes".
De sonrisa fácil y con una disposición única para echar la talla con el primer fulano que se le acerque, Ruth Espinoza sorprende a todos en Caleta Tumbes.
La mujer, de 65 primaveras, anda como si nada por la vida y ve con buen ojo su actual pasar, a pesar de que es propietaria de uno de los relatos más copuchados allá en el puerto: "Se salvó del tsunami".
Criada entre pescadores y una dieta a base de esos mariscos que reponen resacas, la madrugada del 27 de febrero Ruth estaba frente a la televisión, en su kiosco, loreando el Festival de Viña.
"Estaba sola viendo tele cuando vino el terremoto. Toda la gente comenzó a escapar hacia los terrenos más alto", contó Espinoza.
"¡No seas porfiada, Ruth, no seas porfiada!, me acuerdo que me decían unos vecinos que escapaban en camioneta. Yo, dura para mis cosas, me bajé y me quedé sola acá abajo. No había nadie más hasta que pasó eso", agregó.
Solitaria y con la mirada perdida en la costa que la vio crecer, Ruth se encontró de sopetón con la postal más impactante que le ha tocado ver.
"Nunca en mi vida había visto una ola tan grande, al punto que pasaba por arriba del poste de la luz", comentó.
Como muchos "Tumbinos" que recuerdan con detalle la trágica jornada, asegura que la masa de agua que la mandó a viajar 180 metros hacia el interior, medía por lo menos 12 metros de alto.
"Desde que el mar me llevó en ningún momento estuve en la cresta de la ola, me hundió altiro. No tengo noción de cuanto rato estuve abajo, pero tenía claro que debía mantener la calma. He nadado en esta playa desde niña. Si quiero puedo llegar nadando hasta la Isla Quiriquina", dijo la catedrática del chapoteo.
Cuando "La Sirenita de Tumbes" logró retomar el aire, "comencé a guiarme por el sentido de orientación. Primero nadé en diagonal hacia el muelle. Cuando voy llegando me encuentro con que estaba destruido por el tsunami, así que busqué el arco que está hacia la dirección contraria. Estando ahí recién llegué a la orilla y al rato me llevaron al hospital", relató.
En el hospital la sirena Ruth se dio cuenta de los chancacazos que se había mandado en el cuerpo. Lo increíble es que sólo terminó con moretones en la altura del abdomen y sus pechos.
"Hoy día sólo tengo una cicatriz de unos 4 centímetros en mi brazo derecho y sufro de dolor de rodillas", dijo la fortachona fémina, quien añadió que las heridas de guerra no son nada para lo que vivió.
"Después de todo sigo teniendo el mismo aprecio por el mar. Es que soy nacida y criada aquí, es mi Tumbes... el cariño de la gente, de mis vecinos, grandes y chicos ha crecido mucho más. Todos me saludan y están constantemente preocupados por mí", comentó.
"Ahora quedé bautizada como la Sirenita de Tumbes. Los cabros me dicen que con esto me jodí al Tiburón Contreras", se quebró la cocoroca pececilla.
- ¿Y ahora cómo lo hace para pasar el mes?
- Uno de mis hermanos levantó el kiosco y me da una parte de las ganancias cada mes.