Más de alguien deslizará un comentario en el tono de "qué bonito"… "se ve como elegante". Lo cual es bueno. Pero por favor, que nadie espere que le digan algo en el orden de "deportivo", porque el Prisma no es eso, por más que su fabricante lo pregone como discurso oficial.
En cambio, y esto hay que admitirlo, es un cuatro puertas con atractivas líneas de diseño, algunas geométricas, justas, lo que incluso algunos pueden llamar minimalista. Como fuese, el sedán con el que Chevrolet reemplazó al Sonic suma puntos a favor por su apariencia. No es un carro grandote ni mucho menos, pero dentro de sus 4,2 metros sabe disponer de un muy sacador de apuros maletero con 500 litros.
El interior refiere actualidad. De inmediato. Acá tampoco recibiremos el piropo de "deportivo", pero de seguro habrá alabanzas. Fundamentalmente por su consola de proporciones simétricas, aunque le debemos anotar una deuda por la dureza de sus superficies interiores de revestimiento.
CONECTIVIDAD
Donde el modelo juega a ganador es con su sistema multimedia MyLink, que destaca por su versatilidad y nivel de conectividad, incluyendo bluetooth, pantalla táctil de 7 pulgadas y compatibilidad con Android Auto y Apple CarPlay.
Con todo, el Prisma reúne los requisitos para dejar felices a sus nuevos dueños. Sobre todo cuando llega la hora de acelerar, momento en el que debemos sopesar la acción de su motor gasolinero de 1.4 litros, un bloque que se conoce entre algunos coches del corbatín, pero que en el caso de Prisma recibió ajustes y puestas a punto para dejarlo más ligero y eficiente.
Como condujimos la versión con caja automática, no tenemos una gran opinión de su ser "picador", pero sí una buena impresión en cuanto vibraciones, ruido y posibilidades para tomar sin problemas la que manda en la carretera y como máxima: 120 km/hora.
También averiguamos sobre sus mantenciones y son menos costosas que la de sus competidores directos.