Tétricas historias sobre el fantasma que ronda el Teatro Caupolicán

Desde que fue construido en 1936 por encargo de la Caja de Empleados Públicos, el Teatro Caupolicán ha visto desfilar por sus instalaciones a los artistas más bacanes.

En 1940 asumió el control del recinto el empresario Enrique Venturino, quien lo llevó a su época de oro, al mismo tiempo que le dio cabida en el lugar al mítico circo de Las Águilas Humanas.

Entre su elenco pasaron por el Caupolicán decenas de payasos, y muchos más si se cuentan los que actuaron llevados por otros tantos circos que se presentaron en el recinto de calle San Diego.

Con el tiempo los tonys dejaron de pasar por el edificio que pasó a manos de Colo Colo (con el nombre de Monumental) y luego volvió a renacer con la familia Aravena, Pero los payasos ya no estaban, salvo uno que desde mediados del siglo pasado pena en el lugar.

Jorge Figueroa llegó al Caupolicán en 1960 cuando tenía 13 años, pronto asumió el trabajo de mayordomo y sigue colaborando en el recinto cuando su salud se lo permite.

El hombre, que fue bautizado como "El beatle" por Venturino, porque en su lejana juventud se peinaba como la banda de Liverpool, contó que ha visto varias veces al payaso fantasma que usa la típica peluca del gremio y calza zapatos número 74.

"Antes muchos payasos pobres se quedaban a dormir en el circo porque no tenían casa, y desde hace muchos años algunas veces he visto pasar la silueta de uno. Yo me volteo y ya no hay nadie, pero no me da miedo, estoy acostumbrado; el Caupolicán era como mi casa porque viví ahí 43 años", contó.

El "beatle" también contó que se caen las butacas solas, se cierran las puertas y que a veces escucha clarito el tradicional silbido que usaba Venturino para llamar a las personas... ¡a muchos años de su muerte!

En su sección “Misterios de la ciudad” en el matinal “Mucho Gusto”, el investigador paranormal Freddy Alexis visitó el Caupolicán y gracias a una cámara infrarroja captó en el salón VIP, que antes funcionaba como caballeriza, el desplazamiento de una sombra, que pudo ser del tony “porque no podía haber refracción de la luz en ese lugar”, explicó.

"Como investigador debo referirme más a los hechos. No tengo facultades síquicas, pero lo que sí puedo asegurar es que en el Caupolicán el ambiente está cargado de energía, no sé si negativa o positiva, pero los sensores de temperatura y electromagnéticos se volvieron locos en varios lugares", confesó.

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