¿El tiempo pasa más rápido o lento con la pandemia?

El académico Rafael Román, de la Universidad de Granada, asegura que las emociones son el principal factor para determinar con qué velocidad pasan los minutos. "Los periodos en los que vivimos pocos sucesos relevantes suelen pasar más deprisa", explica.

Es común la sensación de que el tiempo a veces se acelera y que, otras, se estanca. Y en meses de pandemia por Covid-19 muchas personas (alrededor del 80%) han vivido frecuentes "distorsiones en el paso de los días durante el confinamiento", explica Rafael Román, investigador de la Facultad de Psicología de la Universidad de Granada y que se desempeña en el Centro de Investigación Mente, Cerebro y Comportamiento.

"Curiosamente, para la mitad de las personas los meses de confinamiento han transcurrido más despacio, mientras que para la otra mitad han sido muy breves", relata en un texto publicado en The Conversation. Para muchos, las cuarentenas generaron rutinas más repetitivas tanto en actividades como en espacios que se recorren día a día: "¿Por qué han surgido entonces dos percepciones opuestas del tiempo?".

Román explica que antes de que inventarse herramientas para medir el tiempo, el cerebro humano ya contaba con "relojes biológicos", basados en el funcionamiento cíclicos de actividades básicas como el hambre o el sueño. Pero "gran parte de lo que vivimos ocurre en intervalos de tiempo menores, desde algo menos de un segundo hasta unas cuantas horas", dice.

El académico asegura que, en nuestra percepción del paso del tiempo, también juegan otros factores además del "reloj biológico".

La intensidad

Según uno de los modelos más influyentes en la neurociencia, "las situaciones con alta intensidad emocional, especialmente las negativas, provocan un número elevado de sensaciones en poco tiempo (digamos, por ejemplo, veinte por minuto)", explica Román, lo que genera que los segundos se perciban de forma más lenta, ya que hay varios "hitos emocionales" en un lapso corto de tiempo.

Por ejemplo, "el miedo o la rabia se caracterizan por aumentar el estado de activación de la persona", dice. "Y la agitación interna hace que percibamos más lento todo lo que sucede a nuestro alrededor". Por eso es probable que quienes han experimentado alto estrés durante la pandemia sintieran que los días transcurrían más despacio.

En cambio, "los periodos en los que vivimos pocos sucesos relevantes suelen pasar más deprisa", afirma, lo que explica que para cierta gente los confinamientos hayan pasado tan velozmente.

El placer

¿Y entonces qué pasa con las emociones placenteras como la alegría o el entusiasmo? No solo influye el estado que genere cada emoción, también hacia "dónde dirigimos la atención" con lo que sentimos, detalla Román. "Sentirse eufórico nos lleva a concentrarnos más en las sensaciones agradables" y, por lo tanto, el individuo solo se concentra en sus sensaciones, por lo que pareciera que el tiempo "vuela", se deja llevar.

Por ejemplo, si algunas personas "han mantenido una rutina social placentera en el confinamiento, perciben que todo ha pasado más deprisa".

Para el académico, lo complejo de este tema sucede con las personas que padecen de ansiedad o depresión, sentimientos que conllevan un "profundo malestar que motiva que la persona examine con frecuencia sus sensaciones y su evolución", por lo que sus mentes "tienden a dilatar las horas, que ya de por sí son angustiosas en ese estado".

Aunque se suele representar el tiempo con segunderos y minuteros, Román considera que este "quizá se parezca más a un acordeón, que se contrae y dilata en su movimiento".

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