A lo pachá pasa sus días "Felipe", un puma del zoológico de Quilpué con fama de conquistador y planchita de sastre.
El animal sumó la semana pasada otra hembra a su harén, luego de que una ejemplar de esa raza que quedó huerfanita fuera salvada de las balas de furtivos cazadores y trasladada a ese recinto.
Los encargados del zoo juran que "Felipín" es igual al "Hombre Ardiente" del Club de la Comedia. "Esa pumita volverá... todas las pumitas vuelven a mí", masculla el felino.
"La cosa es que nunca le falta compañía. Se hace el leso, nomás. Pobrecita, quedó sin papás y ahora se la pasan en bandeja a este badulaque", comentó uno de los cuidadores del puma califa.
DRAMÓN
El 20 de mayo pasado, funcionarios del Servicio Agrícola y Ganadero (SAG) rescataron a la nueva musa del animalito, tras enterarse de que una cachorra deambulaba en la zona de la Cordillera de la Costa cercana al balneario de Los Molles, provincia de Petorca. La encontraron desnutrida y calambrienta.
"La puma fue rescatada porque nos interesa conservar nuestras especies. Ésta es la segunda vez que hacemos un operativo de este tipo. Antes habíamos salvado a una foca que también tuvo inconvenientes", precisó el alcalde de Quilpué, Mauricio Viñambres.
El edil explicó que la gatúbela inició un natural proceso de adaptación.
Según expertos del zoo, el puma se transforma en una amenaza para los ganaderos que habitan los sectores precordilleranos de Chilito.
Por lo mismo, no trepidan en matarlos, para que ellos no hagan lo mismo con terneros, ovejas y potrillos. El drama se agudiza durante la temporada invernal.
"El problema es que las tierras que por años han habitado los pumas ahora son explotadas por el hombre", explicó Mario Rivas, dire del zoo quilpueíno.
Pese a que muchos dijeron que dejaron al gato cuidando la carnicería, Rivas rejuró que "Felipe" acogió muy bien a la pumita cuando ingresó a su corral.
"La cuidó de las otras tres hembras que tiene y que no miraron con buenos ojos a la nueva compañera", agregó.
La Cuarta fue testigo de cómo las felinas, que pueden pesar hasta 80 kilos, le echaron la foca a la nueva habitante de la jaula, que pesa menos que un paquete de cabritas.
F. Bonifaz/J. Salas